UN CEMENTERIO QUE MIRA AL MAR

Repasando las fotografías de este verano que parece estar ya tan lejos (creo que esta cualidad humana de alejar del presente lo que acaba de suceder es la base de la felicidad o, al menos, de la superación de las contrariedades), me encuentro con esta imagen del cementerio de la localidad coruñesa de Cedeira, perfecta plasmación de la serenidad eterna. Hasta el más descreído, me parece a mí, desea confiar en una vida de ultratumba que permita disfrutar de tan privilegiada situación: en un palco sobre el mar, contemplando el vaivén de las olas y la sucesión de las estaciones, sintiendo vagamente el azote de las inclemencias que ya no encuentran cuerpo físico al que maltratar.

Siempre que descubro un cementerio en un enclave semejante, me acuerdo del poema de Alfonsina Storni que se titula precisamente Un cementerio que mira al mar y que comienza con esta interrogación dirigida a los que descansan en tan afortunado emplazamiento:

Decid, oh muertos, ¿quién os puso un día

así acostados junto al mar sonoro?

¿Comprendía quien fuera que los muertos

se hastían ya del canto de las aves

y os han puesto muy cerca de las olas

por que sintáis del mar azul, el ronco

bramido que apavora?

El alma atormentada de Storni se aleja de las visiones reposadas para imaginar la confrontación entre los perpetuamente inmóviles y la imparable movilidad de las aguas. El poema termina con una impactante escena en la que el mar embravecido se vuelca sobre las lápidas y saca a la superficie los restos de los que bajo ellas habitan. Danzan los huesos al son de las olas, las cabelleras desplegadas forman islas sobre la superficie. Los cadáveres largo tiempo aprisionados por la tierra regresan por fin a su origen en el seno de la madre mar. Quiero creer que la poeta encontró una paz semejante cuando entregó su cuerpo a las aguas del Mar del Plata a los cuarenta y seis años, huyendo de la enfermedad y la decadencia física.

Comentarios

  1. Me has recordado leyéndote le cimetière marin de Paul Valery y de Brassens en Sète.

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  2. El indicador más claro de estrés en mi vida es el tiempo que tardo en responder a los comentarios que dejáis los lectores en mi blog. Aunque, en este caso, diré en mi descargo que he esperado a leer "El cementerio marino" (que solo conocía por el título) en varias traducciones: la precisa y esencial traducción de Jorge Guillén; la más sencilla y coloquial de García Calvo, y algunas más de autores cuyo nombre no recuerdo. Es un poema hermoso y enigmático y me parece que acercarse a él traducido a otra lengua añade dificultad a la ya de por sí difícil lectura. Por cierto: precioso el cementerio de Sète. Todos los cementerios vecinos al mar lo son.

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