UN FALSO SILENCIO

Pues resulta que, a finales del pasado enero, este blog se sumió en el silencio. Nadie se detenía a dejar comentario alguno al pie de sus entradas. Yo seguía escribiendo con variable asiduidad, como quien lanza botellas al mar o señales de humo desde lo alto de una loma. No había respuesta.

Mi blog me empezó a parecer un espacio muy triste. Y fue entonces cuando mi imaginación se desbocó. Me asaltó un tropel de imágenes: una urbanización de playa azotada por el temporal, un colegio vacío de chiquillos durante las vacaciones. Un parque de atracciones abandonado. Una nave espacial atravesando remotos territorios sumidos en el silencio. A todas esas cosas me recordaba mi blog: un lugar frío y desolado.

Entonces me di cuenta de que los contadores y estadísticas registraban el paso de visitantes, y el curso de mi imaginación cambió de signo. Evoqué un enorme edificio recorrido por caminantes silenciosos. Un viejo museo tal vez, por el que deambulaban turistas y estudiosos solitarios, nada proclives a conversar ni a expresar las impresiones que les causaba lo expuesto en las vitrinas. Allí, en una pequeña habitación en lo más recóndito del edificio, me encontraba yo, aislada, escribiendo entradas que no recibían respuesta, escuchando a lo lejos los pasos furtivos de los visitantes empeñados en pasar inadvertidos. (Lo reconozco: esta imagen entre melancólica e inquietante no me resultaba del todo desagradable. Me ha consolado durante meses de la falta de repercusión de mis escritos).

Hace unos días, la advertencia de una persona que había intentado sin éxito publicar un comentario me llevó a indagar en los entresijos del blog. Descubrí que todo se debía a un fallo de conexión. Siguiendo con mi fantasía desbocada: el duende encargado de darme aviso de la llegada de comentarios para que yo apruebe su publicación había decidido guardar silencio. Me lo imagino sentado encima de un saco lleno de mensajes no leídos, regocijándose (sin duda, es un duende malintencionado) al ver aumentar el montón. Así que el silencio de mi blog era un falso silencio. Se desplomaron de golpe las imágenes de colegios vacíos y naves errantes. Los asiduos del viejo museo empezaron a hablar. Mi refugio de escritora dejó de estar aislado. Varias voces, de amigos y desconocidos, identificadas y anónimas, vinieron a rescatarme respondiendo a mis palabras, exponiendo sus impresiones, proponiendo nuevos temas de reflexión.

Imágenes aparte, esta entrada es una explicación y un intento de disculparme ante los que me han escrito durante estos últimos siete meses sin obtener respuesta. Algunos de ellos son lectores anónimos que tal vez no se pasen nunca más por este blog, así que mi escrito es, más que nunca, un mensaje lanzado a las olas. De todas formas, quiero darles las gracias. Encontrar sus comentarios, algunos de los cuales llevaban meses esperando a ser abiertos, ha sido como descubrir en pleno verano que los Reyes Magos dejaron escondido en algún lugar de la casa un arsenal de regalos.

Comentarios

  1. ¡Qué bien escribes, compañera! Da gusto pasearse por tus entradas, leer tus reflexiones y disfrutar de muchas imágenes -especialmente las melancólicas con toque oscuro-. Que haya ruido en este museo, o silencio, pero que continúe abierto.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. ¡Qué alegría encontrarte aquí, compañero! Tienes razón: tengo una tendencia más que marcada hacia el lado oscuro... No te preocupes, que este museo tiene para rato. Me da la vida exponer en él mis escritos y comunicarme con interlocutores como tú.

      Eliminar
  2. Bueno, pues después de todo, no se puede saber si tu descubrimiento ha sido para bien o para menos bien, porque no me digas que eso de ver el contador contando y todo en silencio... caminantes silenciosos... ¿o no molaba eso?

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Cómo me conoces... Pues sí, era una imagen a la vez perturbadora y atrayente; una especie de inmersión en el universo de Escher. Pero mi parte luminosa (que también la tengo) prefiere saberse en comunicación con el mundo exterior y oír el rumor de las voces de los caminantes que atraviesan los espacios de este blog.

      Eliminar

Publicar un comentario