VÍSPERAS DE LLUVIA

Desde comienzos de este curso, dedico las tardes de los viernes a una actividad muy grata para mí cuya naturaleza ahora no viene al caso, pero sí su ubicación, porque me obliga a adentrarme en el mismo centro de Madrid. Suelo aparcar en una zona a media hora de distancia a pie de mi destino y acercarme dando un paseo. Es una especie de ritual que acompaña a la semana que termina: me relajo caminando tranquilamente, doy vueltas a lo sucedido durante los días anteriores, me entretengo observando a personas y edificios, en un anticipo del tiempo libre del fin de semana, que está ya a punto de empezar.

Mi recorrido de los viernes discurre por calles llenas de vida, que se encuentran más o menos transitadas según las condiciones climáticas. La hora marca también las diferencias entre los viandantes con los que me cruzo: en mi paseo de ida, sobre las siete de la tarde, los dueños que pasean perros, los adultos acompañados de escolares y los compradores cargados de bolsas son multitud. A mi regreso, ya cerca de las once, me abro paso entre hordas de gente joven. En uno y otro momento, son frecuentes los personajes que lanzan sus consignas y protestas, que recogen firmas y agitan pancartas, tanto en grupo como en solitario. Es un momento precioso para mí, este doble paseo de los viernes. Es como tomarle el pulso a la ciudad.

Anoche, cuando bajaba la Gran Vía para ir en busca de mi coche, tuve la sensación de que ninguno de los viernes precedentes habían estado teñidos por semejante carácter festivo. En ocasiones anteriores me había tocado sortear a los curiosos agolpados en la puerta de algún cine con motivo de un estreno, pero ayer la sensación era distinta: había más gente que nunca y costaba incluso abrirse camino por la acera, pero la multitud que subía y bajaba la calle o abarrotaba las terrazas no había acudido convocada por algo concreto, sino que había decidido salir al unísono, como movilizada por una consigna silenciosa. Era un espectáculo curioso ver, tan adentrado octubre, ese despliegue de viandantes aún vestidos de verano, tapándose apenas con una chaqueta o un fular para sentarse a tomar algo al aire libre en plena noche de otoño. Y entonces lo comprendí. Era, probablemente, la última vez que se ponían este año sus atuendos veraniegos, la última vez que podían creer por un instante que estaban aún instalados en el ámbito confortable de los días de calor y diversión. Los oráculos modernos habían hablado y anunciaban lluvia para el día siguiente. Aquello que yo estaba presenciando en mi paseo nocturno era una especie de celebración, la fiesta de despedida del verano.

Esta mañana he salido a la calle en el mismo instante en que las primeras gotas empezaban a caer. Las predicciones no habían errado: no fue en vano la celebración de ayer. Me ha parecido que los rostros de las personas con las que me cruzaba eran un poco más tristes que los de anoche. A mí, en cambio, el paso se me ha avivado con la sensación de frescor. No lo puedo evitar: siempre me pone contenta el final de esta larga espera de la lluvia.

Comentarios

  1. A veces nos quedamos en el placer de leer tu blog, de releerlo, en las ganas de tener cualquier libro que propones, de ver una película, de indagar en una imagen, quedarnos con unos versos, con una reflexión… A veces no escribimos las sensaciones que nos sugieres, Beatriz, ni te decimos lo bien que nos encontramos en este espacio. Gracias de corazón, compañera. Choni.

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    1. Más de una vez he mostrado mi desconcierto ante la enorme distancia existente entre el número de visitas que recibe este blog y los escasos comentarios que los visitantes se animan a dejar. Yo, que tanto tiendo a explicitar mis impresiones en palabras, y que voy dejando rastro escrito por los blogs a los que llego por recomendación o por azar, encuentro un tanto extraños esos discretos paseos que dejan la huella de un número en el contador pero no de unas palabras de saludo. Gracias, Choni, por salir al quite con tu precioso comentario. Quiero creer que muchas sensaciones se quedan, como dices, en el aire, en el terreno de la sugerencia, sin que yo llegue a tener noticias de que existen, y que mis reflexiones encuentran un destinatario, aunque sea silencioso.

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    2. Este comentario es… sólo una petición, Beatriz: no pongas punto final a la sección de primeros planos, por favor. Comprendo que a veces pueda desalentar recibir pocos comentarios de tan ricas y sugerentes propuestas. Pero creo también que el número elevado de visitas de tu blog incluye a entusiastas lectores que por timidez o reserva al medio no se atreven a escribir sus impresiones. He disfrutado mucho con tu selección de primeros planos, vistos y “releídos” siguiendo tu “mirada”. Que “Luces de la Ciudad” no sea el último plano… Choni.

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    3. Cómo decirte que no. Desde que leí ayer tu comentario, mi cerebro ha empezado a rescatar otras posibles escenas para continuar con la sección. Que "Luces de la ciudad" no sea el último plano, pues. Gracias por animarme siempre.

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