LOS VIEJOS DIOSES

En los últimos tiempos, me acuerdo a menudo de una película de los años 80 que recreaba el mito de Perseo con encantadores efectos especiales de factura artesanal. Si digo que se titulaba Furia de titanes, corro el riesgo de que quien me lea evoque de inmediato una costosísima y reciente producción sobre el mismo tema mitológico. Pero no: yo me estoy refiriendo a la película original, que tiene tres décadas y un aire aún más antiguo, porque fue la última en la que el mago de la animación Ray Harryhausen desplegó sus fantásticas criaturas por el sencillo y laborioso método de irlas fotografiando en posturas sucesivas fotograma a fotograma.


Pero no estoy ahora pensando en los entrañables monstruos de Harryhausen, ni en Perseo volando a lomos del alado Pegaso. Si me acuerdo mucho de esta película últimamente es porque en ella se alternaban las escenas de acción del protagonista con otras en que los dioses del Olimpo contemplaban a los humanos desde su altura. Para encarnar a tan divinos personajes, se eligió a intérpretes no menos divinos: un plantel de extraordinarios actores británicos que con declamación teatral y gestos solemnes se elevaron sin problemas a las alturas de los seres inmortales a los que representaban. El todopoderoso Zeus era el más divino de todos: el gran Laurence Olivier. Quién podría presidir el Olimpo con mayor prestancia. Así, mientras el esforzado Perseo volaba, corría, se peleaba, daba mandobles con su espada, se enamoraba, recibía golpes, perdía a su amada y la reencontraba, los inmortales se solazaban asomándose desde su elevada posición al mundo habitado por seres menos privilegiados que ellos: hombres y mujeres, monstruos, héroes; todos eran objeto de su curiosidad, sus rivalidades y disputas. Los dioses se divertían espiando, alineándose en el bando de unos o de otros, causando adversidades al contrario. Una decisión caprichosa o malhumorada era causa de una enorme tragedia en esas esferas inferiores donde moraban seres tan insignificantes. En una escena que me impactó especialmente, las divinidades jugaban con unas figuritas de barro que en el plano siguiente se convertían en personajes reales, cuyos movimientos estaban dirigiendo desde sus alturas olímpicas.

No puedo evitarlo: en estos tiempos tan convulsos, cada vez que oigo hablar de mercados, inversores, Banco Central Europeo o Fondo Monetario Internacional, me imagino esos míticos espacios como el Monte Olimpo de esta película de los años 80, con su neblina blanca y su imagen difuminada, y a los grandes actores del panorama económico mundial envueltos en túnicas y dirigiendo con sus caprichos, sus miedos, sus ambiciones y sus ineptitudes el destino de millones de seres sin importancia para ellos. Sus ajustes, sus recortes y sus exigencias se traducen a nivel del suelo en la desesperación cotidiana y la miseria de muchos. Son los nuevos dioses: una decisión suya y se tambalean nuestras vidas. Me pregunto si se lo pasarán tan bien como Zeus, Hera y Atenea, jugando con nosotros como con figuritas de barro.

Escribo hoy esta entrada porque hace unos días el recién elegido presidente de Francia sufrió un peculiar contratiempo que alteró ligeramente su agenda de trabajo y que a mí me ha dado mucho que pensar. Un rayo alcanzó el avión presidencial en su ruta hacia Berlín, donde presidente francés y presidenta alemana se disponían sin duda a discutir, entre otros asuntos, el destino de la maltratada Grecia. Me declaro encantada por las implicaciones del percance meteorológico: desde que oí la noticia por la radio, vivo animada por la idea de que el bueno de Zeus haya despertado para lanzar su poderoso rayo contra uno de estos nuevos dioses que eclipsan a los antiguos. No sabemos si su aparatosa advertencia habrá servido para proteger a los desesperados griegos, aunque mucho nos tememos que los artífices del panorama internacional pasarán sobre ella con descreída indiferencia. En cualquier caso, esta licencia que se ha tomado el divino cascarrabias me ha llenado por unos días de felicidad. Está claro que, pese a sus caprichos y arbitrariedades, los viejos dioses me resultan mucho más simpáticos que los modernos.

Comentarios

  1. Beatriz, qué placer leer tus entradas. Hoy me he puesto al día, tras un período de ocupaciones y preocupaciones en estos tiempos en los que ni la tierra que pisamos parece firme… Pido que los “nuevos dioses” se humanicen -como los de Velázquez- y empiecen a borrar el sombrío panorama que dibujan. Tus palabras –de éste, del “otro titular”- nos ayudan a sentirnos comprendidos, a compartir estados de ánimo que algunos ni siquiera sabemos expresar. La literatura, desde luego, sirve: como disfrute, reconocimiento y también como forma de ayuda cuando la realidad es adversa... Muchas gracias por tus palabras y tus reflexiones, compañera.
    Un abrazo,
    Choni

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    1. Muchas gracias a ti por tu comentario: están siendo tiempos complicados, en efecto, y lo noto en que a los lectores habituales de este blog parece habérselos tragado la tierra... Las dos entradas a las que haces mención son fruto del malestar que me asalta cada mañana cuando, recién levantada, enciendo la radio y empiezo a oír datos económicos que hace unos meses no me decían nada y que hoy me sumen -nos sumen a todos- en el más absoluto pavor. Me alegra saber que a alguien le puedan ayudar a sentirse comprendido. Para mí ha sido un desahogo escribirlas; supongo que, de estar perdida en una isla, sería de los que lanzan constantes mensajes al mar. No habría botellas bastantes para contenerlos.

      Un abrazo y -espero- hasta muy pronto.

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  2. Vuelvo a incorporarme, después de un tiempo duro, para enfrentarme a algunos de los dioses actuales. No comprendo cómo pueden obviar estos todopoderosos la importancia de la educación, cómo pueden ignorar que sin una buena educación no hay progreso, no hay ciencia, no hay personas. La situación a la que van a someter a los centros, a los profesores y a los alumnos es inhumana. Y no les importa. Deben creer que no va a tener consecuencias. Espero que, a pesar de todo, no sean capaces de matar con sus medidas la ilusión del profesorado. ¡Qué lucha con los titanes! Lola

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    1. Bienvenida de nuevo, Lola; te aseguro que este blog no ha sido el mismo sin ti. Hoy hablábamos precisamente sobre la posibilidad de que la desilusión cunda entre los que trabajamos en la enseñanza pública, y poco después de nuestra charla, me he acordado de una pintada que una amiga mía vio hace muchos años en un muro de una casa "okupa", y que con el tiempo se ha convertido, al parecer, en un eslogan muy extendido en medios digitales e incluso en el nombre de un grupo de música de letras libertarias: "Organiza tu rabia". A mí es una consigna que me encanta y en la que he pensado muy a menudo, y no solo en estos últimos tiempos, tan adversos. Como soy una persona tendente a oscilar entre el desánimo y el enfado, quiero creer que esa rabia que siento hacia la situación actual me llevará en un futuro próximo a no dejarme abatir, a no permitir que se desmorone lo que con tanto entusiasmo hemos construido entre todos.

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