LECTURAS DE ENERO (2021)
Nos encontramos en Bagdad
después de la segunda guerra de Irak: una ciudad ocupada por las tropas
estadounidenses, dividida en facciones enfrentadas entre sí, amenazada por los
francotiradores apostados en las azoteas y sometida a un constante y literal
estallido de violencia a causa de los atentados suicidas que acechan a sus
habitantes en cualquier esquina. En ese marco infernal, cobra una nueva
resonancia el mito del doctor Frankenstein, a través de un humilde trapero que
a su habitual tarea de recopilar enseres viejos une la de ir recogiendo restos
de los cadáveres que siembran las calles para formar con ellos un único cuerpo,
símbolo del sufrimiento de su pueblo. Tal como el lector espera desde la
primera línea, el ser así compuesto cobra vida y empieza un alucinante periplo
por la ciudad, en la que siembra el terror. Frankenstein
en Bagdad es una novela intensa y original, que no termina de inscribirse
en ningún género y que con frecuencia sorprende con inesperados virajes. Quien
se adentra en sus páginas llegará a conocer los recovecos de una sociedad cuyos
tipos son descritos con extraordinaria viveza. Es fácil dejarse llevar por la
ilusión de ser un vecino más del barrio de Batauín, donde comienza la historia,
y de codearse con total familiaridad con sus habitantes: la anciana Elisua, que
espera con enajenada ilusión el regreso de un hijo que jamás volverá de la
guerra; al hosco trapero Hadi, que habita una casa en ruinas en la que acumula
los botines que consigue rastreando objetos viejos por calles y viviendas; el
agente inmobiliario Faray Dalal, empeñado en poseer todos los inmuebles de la
zona. Y, junto a esa trama realista, la disparatada peripecia de la criatura
espectral a la que los habitantes de Bagdad denominan “como-se-llame”, apoyada
por una serie de acólitos que siguen su estela de violencia y crímenes, y
perseguida por una esperpéntica Unidad
de Rastreo e Inspección formada por parapsicólogos y adivinos. El periodista
Mahmud Sauadi ―personaje sobre el que planea la sombra del autor de la novela,
con el que comparte oficio― será el encargado de rastrear y poner orden en esta
historia extraordinaria y compuesta por piezas dispares, como el extraño ser en
torno al cual gira la trama.
Se
publica ahora esta novela de Simone de Beauvoir que quedó inédita a la muerte
de su autora. Cabe especular acerca de los motivos de que no fuera publicada en
su momento: tal vez la escritora consideró que su contenido era demasiado íntimo,
o se dejó influir por la opinión de Jean-Paul Sartre, que le recomendó que no
la sacara a la luz pública. ¿Le pareció al compañero de Beauvoir que era
excesiva la sinceridad con que su pareja volcaba en ella sus interioridades, o
sintió incluso un atisbo de celos por la profunda emoción que anima toda la
obra? Especulaciones aparte, Las
inseparables es una novela con un fuerte componente autobiográfico, un
libro breve e intenso que explora los infinitos matices de la amistad.
Transformada en la joven Sylvie, Beauvoir ocupa un papel secundario, casi de
simple espectadora, en esta historia que orbita en torno a la personalidad
fascinante de Andrée, alter ego de
Zaza, la amiga que, hasta su muerte prematura, ocupó el corazón de la escritora
e influyó de forma decisiva en su forma de ver el mundo. Sylvie es testigo de
la vida de Andrée, marcada por las convenciones y llena de servidumbres
derivadas de su condición de hija de una familia tradicional y adinerada. No
hay un margen de libertad para esta jovencita brillante a la que se obliga a
vivir inmersa en compromisos sociales y con el único horizonte de encontrar un
marido adecuado. Frente a este mundo asfixiante, se despliega la hermosa
relación de las dos muchachas, rica en matices: admiración, amistad, fascinación,
dependencia, amor. Es difícil delimitar los sentimientos y poner etiquetas, y
así lo sentimos en esta historia conmovedora que bucea con sensibilidad
exquisita en el complejo mundo de las emociones.
Llegué
a este libro de estrambótico título como me suele ocurrir con los publicados
por Impedimenta: atraída por la belleza de la edición y confiando en que dicho
sello editorial me ofrecería una vez más una grata sorpresa. Nada sabía del
hecho de que su autora, la croata Dubravka Ugrešić, lo escribió para participar
en un proyecto de la editorial escocesa Canongate Books, en el que escritores
de prestigio se inspiraron en mitos para crear una obra. Este desconocimiento,
unido al carácter singular del libro, ha hecho que mi sorpresa sea mayúscula. Baba Yagá puso un huevo es un curioso
tríptico compuesto por elementos de carácter dispar. El primero, ficción
autobiográfica que recrea la relación de la autora con su madre cuando esta
empieza a perder la memoria, es una narración deliciosa, llena de ternura y de
capacidad de observación (no hay anciana que yo conozca que no participe de
alguno de los tics o pequeñas manías de ese personaje encantador que es la
madre). El segundo es una novela breve que cuenta con un cierto tono
esperpéntico las andanzas de tres ancianas ―una de ellas, la madre de la
primera parte― en un balneario poblado de curiosos personajes. La irrupción de
la tercera parte es del todo inesperada: se trata de un tratado sobre folclore
que explica los principales rasgos del mito de Baba Yagá, un complejo personaje
a medias maternal y a medias terrorífico que habita en el imaginario de los
países del este de Europa, y que termina siendo una reflexión sobre el papel de
la mujer y su posición de desventaja a lo largo de la historia. Esta última
pieza, firmada por un personaje secundario que aparece en la primera parte, es
la que dota de sentido a toda la obra, llena de elementos simbólicos extraídos
de viejas leyendas que no quedan en evidencia hasta el final. Un libro, en
definitiva, inclasificable, original, lleno de recovecos, por el que he
navegado sin mapa ni sextante y que me ha dejado el deseo de una relectura más
sosegada, ahora que tengo en mis manos las claves para desvelar su complejo
mundo.
El
“territorio de luz” que da título a esta novela es el apartamento al que llegan
al principio de la historia la protagonista, una mujer recién separada de su
marido, y su hija, poco más que un bebé. La preciosa y pormenorizada
descripción de este espacio sorprendente, dotado de una iluminación casi
sobrenatural, abre la crónica de la dura experiencia de la separación y la
soledad, de la inédita necesidad de tomar decisiones de una mujer hasta
entonces acomodada en su condición de cónyuge, del rencor hacia el esposo
ausente y del desconcierto frente a la perspectiva de una vida independiente
con la que no se contaba. La luz cegadora que envuelve el piso de alquiler,
escenario de esta nueva existencia, es una bella metáfora del despertar y la
toma de conciencia. La escritora japonesa Yuko Tsushima escribe una obra sin
concesiones ni sentimentalismos, con una visión en ocasiones cruda y nada
edulcorada de la maternidad y un sutil empleo del mundo del subconsciente a
través de la inclusión de las pesadillas, estados alterados por el alcohol,
presagios y fantasías de la protagonista. Este espacio luminoso sirve,
curiosamente, para bucear en el lado oscuro de las emociones, en la
indefinición y las medias tintas, en los sentimientos que nunca son claros ni
diáfanos, sino llenos de recovecos en los que la claridad no consigue entrar
del todo.
Comentarios
Publicar un comentario