UNOS DÍAS MÁS CON BRUNETTI
En el club de lectores de Valmojado tenemos una costumbre que empieza a adquirir la categoría de tradición: la fecha fijada inicialmente para las reuniones se ve modificada con frecuencia por un variado repertorio de razones que, por sí solo, podría dar origen a una nueva entrada de este blog sobre lo azaroso de la existencia humana. Dado que, una vez más, nos hemos visto obligados a posponer la próxima tertulia, que pasa del día 17 al 24 de enero, aprovecho esta semana de prórroga para tomarme las cosas con calma (no está mal) y para demorarme unos días más en los paseos por la brumosa Venecia en compañía del comisario Brunetti (no está nada, nada mal).
Releer una novela de investigación policiaca (Muerte en La Fenice es la primera de las muchas de Donna Leon que han caído en mis manos, desde hace unos años) es una experiencia por la que no se suele pasar con frecuencia. Al fin y al cabo, resuelto el misterio, la trama pierde interés; es como destripar un juguete y pretender luego divertirse con él. Pero es también, como estoy descubriendo estos días, una experiencia curiosa, dado que te concede cierta superioridad, una posición privilegiada de espectador mejor informado que el resto. Uno presencia el interrogatorio de un testigo y puede afirmar con seguridad: Está mintiendo. Ante cierto detalle que pasa desapercibido al lector primerizo, uno sonríe y piensa: Ahí está, el móvil del crimen. O, en ciertos momentos de zozobra del protagonista, uno puede incluso ponerse condescendiente: Ay, Brunetti, qué perdido andas, si yo te contara. Hay que ver lo perspicaz que llega uno a sentirse, releyendo una novela negra.
Hay otro factor interesante en esto de la relectura. Cuando se ha seguido cierto número de obras con el mismo protagonista, este llega a hacerse real en la conciencia del lector, sobre todo si se trata de un personaje con una considerable dosis de cotidianeidad. A mí me ocurre mucho con otro comisario, Kurt Wallander, creación del novelista sueco Henning Mankell, del que me acuerdo cada vez que pongo una lavadora (asociación sorprendente, lo sé, pero que todo el que conozca al personaje comprenderá, dado que no hay novela de la serie en la que no se enfrente al desagradable contratiempo de no tener ni una camisa limpia que ponerse). Y en cuanto a Brunetti, este policía esforzado y sensible que es también padre de familia y al que acompañamos a hacer la compra o en sus dolorosas visitas a la clínica donde está ingresada su madre, también me produce esa falsa sensación de viejo conocido. Por eso me ha gustado especialmente encontrarme con la escena, que había olvidado, en que la autora hace la presentación del personaje. Esta es la primera imagen que el lector tiene del comisario Brunetti:
“Era un hombre de aspecto extraordinariamente pulcro: el nudo de la corbata, impecable, el pelo, más corto de lo que dictaba la moda; hasta las orejas las tenía aplastadas contra la cabeza, como si quisieran pasar inadvertidas. Su indumentaria era típicamente italiana. Su acento pregonaba al veneciano. Sus ojos eran todo policía”.
Es como hacer memoria de la primera vez que nos encontramos con alguien que hoy ocupa un lugar en nuestra vida y recordar lo que nos pareció su ropa o su corte de pelo, la impresión que nos causó, lo que pensamos de su forma de hablar, de sus gestos, de su mirada.
En fin, amigos del club de lectores, solo me queda desearos que os demoréis vosotros también en compañía de Brunetti por esas desconocidas callejuelas de Venecia en las que –oh, maravilla- no hay canales ni turistas y se puede ir a pie y sin recibir empujones. O que husmeéis por los pasillos y rincones vedados al público del fastuoso teatro de La Fenice. Y, por supuesto, que si sabéis ya quién es el asesino, guardéis silencio al respecto hasta el día 24.
Beatriz, es cierto que Bruneti pasa a ser alguien cercano después de leer varias novelas pero a mí, al releer Muerte en la Fenice, me faltaba algo. No aparecía la signorina Electra, eficaz buscadora de información a través de la Red, ni otros personajes de confianza, a los que he echado de menos como si me los hubiesen escamoteado. Yo tengo algún otro comisario de confianza, además de Wallander, el Montalbano de Camilleri que se mueve en otro lugar fantástico, Sicilia, o el británico Adam Dallgliesh de P. D. James, poeta y humanista comandante de New Scotland Yard. Por cierto, el último libro que leí de esta autora lo compré en Recoletos en la feria del libro antiguo y de ocasión. Tenía un nombre y una fecha. Omito el nombre, no la fecha 1993 ¡Qué buenas tardes leyéndoles!Lola
ResponderEliminarTienes razón, Lola: a medida que avanzaba en la relectura de "Muerte en La Fenice" iba echando de menos personajes que aparecerán en aventuras posteriores, fundamentalmente al inspector Vianello, colaborador y amigo de Brunetti y ferviente defensor de ideas ecologistas. En cuanto a tus otros "comisarios de confianza", ya he expuesto en este blog mi fraternísima relación con Wallander, y en el caso del Montalbano de Camilleri, ahí la sensación de realidad le afecta no solo a él, sino a los restantes personajes de la comisaría, como Mimi Augello, Fazio y el impagable Catarella, que siempre comienza sus conversaciones telefónicas con el comisario preguntándole si es él "personalmente en persona". A P. D. James no la he leído todavía, pero ya has conseguido despertar mi curiosidad, así que me he hecho con una de sus novelas, "Un impulso criminal", y muy pronto podremos intercambiar puntos de vista.
ResponderEliminarComo he comentado alguna vez en la tertulia, reivindico a nuestro detective autóctono Plinio y a su escudero D. Lotario.
ResponderEliminarUn saludo, José Luis
¡Qué alegría, encontrarme por fin un comentario tuyo, José Luis! No sé si ya te lo dije en su momento, pero no he leído ninguna novela de García Pavón, el creador de Plinio. Claro que ya tengo localizadas dos en la biblioteca del instituto... Los libros en lista de espera se amontonan sobre mi mesilla de noche. Nos vemos en la próxima reunión del club de lectores.
ResponderEliminarHola Beatriz. Excelente artículo. Te dejo un link a una entrada de mi blog en que analizamos las novelas de Brunetti desde otro punto de vista: el gastronómico.
ResponderEliminarhttp://tercerpecado.blogspot.com.es/2013/06/gastronomia-y-novela-policiaca-brunetti.html
Por cierto, la próxima entrega de la serie gastronomía y novela policíaca versara sobre el libro que estás leyendo ahora: Jaritos y la gastronomía griega.
Un saludo,
Gracias por tu comentario y por el enlace a tu documentado y exhaustivo artículo. Precisamente, mientras leía la novela de Petros Márkaris, estaba pensando en la importancia que adquiere el tema gastronómico en las novelas negras ambientadas en países del Mediterráneo. Aparte del caso de Brunetti y Jaritos, está el del comisario Montalbano, creación de Andrea Camilleri, cuyas pesquisas se ven constantemente interrumpidas por sabrosos interludios culinarios. Estos investigadores meridionales compensan tal vez su constante contacto con la muerte por medio de esa celebración de la vida que es una buena mesa.
EliminarUn saludo y hasta pronto.