LIBROS VENIDOS DE LEJOS

Con frecuencia hago encargos a librerías de viejo. Maravillas de este mundo globalizado nuestro: uno busca, por ejemplo, un tomo de una vieja enciclopedia de su infancia, y a un golpe de clic, se encuentra en la pantalla del ordenador con que existen ejemplares en una librería de Madrid, en otra de Valencia, en una de un pueblecito cercano a Londres, en otra de Buenos Aires. Cuando llega el paquete, siempre resulta emocionante. No es como recibir un libro nuevo; ahora estamos ante un objeto que ha pasado por distintas manos, por estanterías, mudanzas, trasteros, almacenes, oficinas de correos. Uno corre el riesgo delicioso de, al abrirlo, encontrarse con una quiniela de hace cuatro décadas o con una firma de letra infantil estampada en la primera página. Luego viene, en el caso de que el libro sea para regalar, la expresión de sorpresa del destinatario: “¿Pero cómo has podido encontrar…?” Es otra de las delicias de estos libros venidos de lejos. Pero también me gusta hacer encargos a librerías de segunda mano porque en el momento de abrir el paquete me acuerdo inevitablemente de uno de los libros que más me ha emocionado leer.


84 Charing Cross Road es una dirección de Londres en la que durante la mayor parte del siglo XX se levantó una librería de viejo llamada Marks & Co. Y es también el título de un conmovedor libro que, a través de las cartas que se dirigieron durante décadas una escritora norteamericana y un librero inglés, desgrana una historia de amor a la literatura y de amistad más allá de las barreras físicas. Todo comienza cuando “una escritora pobre con afición por los libros antiguos”, como se define a sí misma la protagonista, envía desde Nueva York un escueto mensaje a una librería de viejo londinense, adjuntando una lista con los títulos que le urge más recibir. Contesta a su misiva un correctísimo empleado que responde a las siglas F.P.D. y que le informa de la marcha de las gestiones realizadas para satisfacer su pedido. Es octubre de 1949 y acaba de comenzar la relación epistolar entre Helen Hanff y Frank Percy Doel, que durará dos décadas y saltará por encima de la distancia, el océano y las circunstancias personales.

No sé a qué grado llega la autoría en el caso de un libro compuesto por cartas reales; ignoro también hasta qué punto habrá retocado Helen Hanff esas misivas que empiezan siendo simples notas comerciales y evolucionan hasta convertirse en el reflejo de la unión de dos personas muy próximas espiritualmente pero que solo se encuentran en ese terreno común de la escritura. Tampoco me preocupa demasiado la estricta veracidad de los textos: para mí los personajes de la historia son tan reales que no me extrañaría nada cruzarme con la excéntrica y extrovertida Helen en el rellano de la escalera, o espiarla hasta verla desaparecer en un apartamento desnudo de muebles y abarrotado de libros. Y cada vez que acudo a correos a recoger uno de mis encargos a librerías lejanas, fantaseo mirando la letra del que ha escrito mis datos en el paquete, y me imagino a un librero británico, pulcro y educado, envolviendo para mí un libro con cuidado infinito y escribiendo con letra de colegial aplicado mi dirección.

Comentarios

  1. El camino que siguen los libros es un tema que siempre me ha sorprendido e intrigado. Por cuántas manos han pasado, qué sensación tuvieron los diferentes lectores, ... Yo tengo una historia muy bonita con un libro: en el año 1974 compré y leí "Campos de Nijar" de Goytisolo. No sé a quién se lo presté y, por supuesto, no me lo devolvió. No es un tema que me preocupe especialmente porque en ese aspecto soy "solidaria". Hace tres años una amiga encontró mi libro en la Cuesta Moyano. Supo que era mío porque reconoció mi letra, en aquellos tiempos los firmaba y les ponía la fecha de lectura. ¿Cómo llegó allí? Ahora sí lo conservo con especial cariño. Lola

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  2. Precioso ejemplo de lo que, en la primera entrada de este blog, denominé “maravillosos boomerangs”: esos libros que se alejan y al cabo de un tiempo regresan a nuestra vida por vías inesperadas. Me vienen a la cabeza otras historias (bastante menos hermosas) que he leído en algún punto de la red. En la primera, el escritor norteamericano Paul Theroux localiza en un catálogo de libros raros dos ejemplares de sus obras, dedicados por él tiempo atrás a su amigo el escritor V. S. Naipaul y a la primera mujer de este. Conclusión: su amigo de toda la vida, recién casado con su segunda esposa, pretende venderlos. Huelga decir en qué queda la amistad entre ambos hombres de letras después de ese hallazgo casual. La otra historia es más triste, si cabe. Un escritor (ignoro su identidad) encuentra en una librería de viejo un ejemplar de su primera obra, y al hojearlo, reconoce su propia letra en la primera página. Se trata de una dedicatoria, que dice algo parecido a esto: “A papá y mamá, con amor”. Supongo que los protagonistas de ambas historias habrían preferido que esos boomerangs se alejaran de ellos sin encontrar el camino de vuelta.

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  3. Luis Fdez. Navarro12 de enero de 2011, 20:46

    Tal vez con algo menos de poesía, pero contando con el soporte de Internet, el estadounidense Ron Hombaker concibió en 2001 "BookCrossing", una iniciativa que supongo conoceréis y que llamó mi atención desde que la conocí. El año pasado se hizo la primera "suelta" de ejemplares en Madrid. Ya sabéis su filosofía: Lee, registra y libera tus libros para que otros los disfruten! Un código BookCrossing dentro de la cubierta te permite seguir el viaje del libro!
    Muchos ejemplares ya han dado varias vueltas al mundo. Apasionante. Os dejo el link:

    http://www.bookcrossing.com/

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  4. Curioso experimento el de BookCrossing y fascinantes trayectorias las de esos libros que han viajado más de lo que muchos de nosotros soñamos con hacerlo jamás. Inevitable pensar en las manos que han pasado sus páginas, los ojos que han recorrido sus líneas, los pensamientos dispares que han suscitado sus contenidos. Aunque se me ocurre que tal vez el más afortunado sea el libro que no ha llegado a emprender ese viaje, porque las primeras manos en las que cayó decidieron conservarlo para siempre.

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  5. Hace años trabajé en un despacho de abogados. Mi jefe adoraba los libros, pero eran tantos, que ni en varios pisos que componían su despacho conseguía darles un mínimo acomodo, de tal forma que se apilaban en montones de columnas que había que alcanzar con una escalera. Muchos eran de temática jurídica, pero había centenares de novelas, poesía, ensayos, biografías, revistas de divulgación. Mis horas más felices eran aquellas en que todos se marchaban a comer y yo me quedaba allí, completamente sola. Con la posibilidad de escoger cualquiera de esos libros y leerlo hasta que finalizara la pausa de varias horas que partía la jornada. Cuantas veces vi a mi jefe en medio de aquel maremagnum, cuando ya todos se habían marchado por la noche. Esperando el momento de quedarse solo, en absoluto silencio, con sus libros.
    Muchas veces le escuché preguntarse en voz alta por su destino cuando él muriera; "mis hijos llamarán a un trapero y volarán todos". Cuando supe que había muerto me acordé de aquellas palabras. Espero que donde quiera que estén sus libros alguien los disfrute, y donde quiera que él esté haya libros. Loli.

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  6. Tu historia me ha gustado tanto, Loli, que he pensado que más que una respuesta se merecía una entrada propia en este blog. Se titula "El Paraíso en una biblioteca" y espero que te guste.

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  7. La entrada es preciosa, Beatriz. Maravillas de un blog, como se titula otra de ellas. El cuadro también me ha emocionado muchísimo. Sabía del libro de Borges, pero no de este pintor ni de este cuadro. Me ha hecho recordar a un alegre anciano sin conciencia de serlo, enseñando a su público casero un libro. Feliz como los niños que consiguen un juguete difícil, agotado en todas partes. Nos decía "Mirad, mirad, qué maravilla, en una librería de viejo, y está en perfecto estado", y lo acariciaba orgulloso para colocarlo después sobre su mesa. También he recordado con una sonrisa la rabieta que sufrió el día que tuvimos la "brillante" idea de ordenarle su despacho. El quería cada libro en su sitio exacto, con sus milímetros y todo. Bendita memoria. Loli

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  8. No cabe duda de que los que amamos los libros tenemos detrás el recuerdo de personas como este anciano encantador que se enrabietaba si le movían los libros aunque fuera un milímetro. Me gusta mucho pensar en la gente a la que quiero (los que están y los que no) y recordar sus hábitos con respecto a los libros: el que los amontona, el que los coloca como si estuvieran en una exposición, el que los atesora, el que los presta, el que los subraya, el que los forra, el que mete entre sus páginas pétalos de rosa, el que los pierde en lugares públicos... Dice mucho de la personalidad de cada uno. Pero me parece, Loli, que esto podría ser una nueva entrada de este blog.

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  9. Mientras espero esa promesa que ya doy por cumplida, tengo sobre mi mesa un ejemplar de El Collar del Neandertal, del paleontólogo Juan Luis Arsuaga. Lo leí hace tiempo. En palabras de su autor es un relato con tres actores: la vida, la muerte y la naturaleza.
    Pero es su prólogo lo que me hizo buscarlo de nuevo anoche. Recordé algo, Beatriz, que te va a encantar y, con permiso que doy por concedido, espero, de Arsuaga, lo transcribo:
    "Hay sobre mi mesa dos libros: ambos han servido de inspiración para el mío. Uno se titula El hombre fósil, y fue escrito en el año 1916 por Hugo Obermaier...gran maestro de la prehistoria española. Tuve la inmensa fortuna de comprar uno de los escasos supervivientes de los 200 o 300 ejemplares de la primera edición a un anticuario de libros holandés. Cuando lo abrí me encontré dentro una carta escrita a mano por el autor anticipándole a alguien el próximo envío del libro. Va dirigida a un colega francés a quien se trata con mucho respeto y cuyo nombre no figura, porque el encabezamiento sólo dice: "Cher Monsieur"; por las anotaciones al margen que trae el libro deduzco que no era otro que el famoso paleontólogo Marcellin Boule, director del Institut de Paléontologie Humaine de París y jefe de Obermaier...Obermaier hace votos para un futuro encuentro en mejores circunstancias. Eran los tiempos de la Gran Guerra, y de hecho Boule se vio obligado a cesarlo como miembro del Instituto por tal causa. En este ejemplar del monumento que escribió Obermaier, con su propia letra y la de Boule en él, se remansa la historia de la paleontología humana".
    Es evidente que Arsuaga, aparte de gran científico, es un hombre de suerte. Lo suyo son los hallazgos y las sorpresas. No sólo encuentra tesoros en la Sima de los Huesos. Loli

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  10. Qué preciosa historia, Loli. Eres una fuente inagotable. ¿Estás segura de que no te gustaría tener tu propio blog?

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  11. Ni pensarlo. Ya te comenté el otro día, Beatriz, que disfruto y aprendo muchísimo visitando tu blog, ambas cosas se unen en estupendos ratos. Lo bueno de él, aparte de muchísimas cosas, es que moviliza mi mente y recuerdo y relaciono historias, recuerdos, que están ahí, en algún estante oscuro de mi memoria, el resto del tiempo. Este blog ha sido todo un hallazgo para mí. Como te digo siempre, un regalo. La fuente inagotable eres tú, y lo que ves es sólo un reflejo de todo lo que iluminas. Loli

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