MOMENTO PETRARQUISTA
Me cruzo en la escalera de acceso a una
cala casi desierta con una joven rubia de pelo largo.
Viene charlando con su acompañante de
forma distendida, sin mascarilla, relajada por lo apartado del
paraje. Me ve cuando estoy muy cerca y tiene que apartarse para
dejarme pasar. Me saluda, la saludo a mi vez. Y, en ese instante, se
da cuenta de que no lleva puesta la mascarilla. Azorada, musita una
palabra de disculpa y, en un impulso, se lleva la mano a la melena y
se cubre la boca con un mechón dorado.
Creo que a cualquier poeta renacentista
le habría bastado para enamorarse sin remisión ese gesto de ocultar los labios con el oro de su pelo.
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