MANOS
Visito varias galerías de arte en Roma y experimento la misma sensación abrumadora que paseando por las calles de la ciudad. La inabarcable profusión de iglesias, palacios, fuentes, ruinas y cúpulas del paisaje urbano es sustituida en estos interiores atestados por un impresionante despliegue de cuadros y esculturas. El Palacio Barberini exhibe incontables obras de artistas archifamosos, junto a otros para mí desconocidos, cuya falta de renombre me resulta inexplicable a la vista de los frutos de sus pinceles. La galería Doria Pamphili está organizada a la manera de los museos antiguos: una barroca acumulación de pinturas desde el suelo hasta el techo. Me faltan ojos para mirar y memoria para archivar tantas imágenes que me conmueven. En la Galería Borghese, los cuadros y esculturas están envueltos en un deslumbrante entorno de mármol de todos los colores imaginables. Cuando estoy a un paso de emular al gran Stendhal y su manoseada crisis nerviosa frente a la belleza inasumible, me des...