LETRA PEQUEÑA

Ayer me puse a revisar los documentos que acumulo en mi ordenador en una carpeta que lleva el desalentador título «Papeleo». Es un rincón de mi mundo digital en el que suelo ingresar presa de la urgencia y del desconcierto, y del que con frecuencia salgo con las manos vacías. No fue así en este caso. Había entrado a buscar la cobertura de un seguro que me acababan de cobrar y que ignoraba que tenía (sí, pertenezco a ese grupo que imagino numeroso de clientes involuntarios) y resulta que, contra todo pronóstico, di con él. Se trata de un seguro de coche que cubre contratiempos relacionados con los neumáticos y que, supongo, firmé sin fijarme demasiado junto con los papeles de la financiación. En fin. El caso es que decidí compensar esa desidia y me leí el contrato con atención. Y fue entonces cuando encontré, perdidas al final del documento, las cláusulas de exención. Descubrí así que el seguro que ignoraba que tenía no cubre los casos siguientes:

a) Los daños consecuencia de guerras civiles, internacionales o rebeliones o embargo, huelgas, actos de terrorismo por delito no derivado de accidente de circulación.

b) Los daños resultantes de una catástrofe natural (excepto en casos de condición de catástrofe natural declarada mediante orden interdepartamental).

b) Los daños de origen nuclear.

Qué importante es leer la letra pequeña de los contratos, pensé. El esfuerzo de la vista se ve ampliamente compensado por la advertencia de que, en caso de que se produzca un tornado, se declare una guerra mundial o estalle la bomba atómica, tendré que pagar de mi bolsillo los daños producidos a mis neumáticos.

Esta mañana nos hemos levantado con la noticia del ataque de Estados Unidos contra tres instalaciones nucleares en Irán y mi intento de sorna de ayer me parece cuando menos inoportuno. Qué importante es la letra pequeña, en efecto. Sobre todo cuando esconde un oscuro presagio.

Comentarios

  1. En efecto, van a tener que añadir "desastres ocasionados por sionismo", si no lo hacen se arruinarán.

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  2. Pero ya se encargarán de ponerle al desastre otro apellido que desvíe la responsabilidad en una dirección distinta.

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