CAMINO A LA ESCUELA

Desde que vi esta película, hace algo más de una semana, ha desaparecido de la sala en la que se proyectaba en versión original en Madrid y probablemente de algunas más en España. Es difícil hacer recomendaciones sobre cine en estos tiempos, sobre todo si se refieren a cierto tipo de cine: un estreno sucede a otro, apenas vemos la publicidad de una película cuando ya nos la encontramos en sesión de madrugada; lo que despierta expectación un día cae en el olvido al siguiente. Todo pasa muy deprisa. Justo lo contrario de lo que les sucede a los pequeños protagonistas de esta cinta en su trayecto cotidiano al colegio.
 
Cuenta Pascal Plisson, el director de Camino a la escuela, que el germen de su película está en un episodio que le sucedió cuando se encontraba rodando en Kenia. Vio pasar a varios muchachos que caminaban a buen paso bajo el sofocante calor, portando bolsas en el cinturón. Ante las preguntas del director, los chicos le mostraron el contenido de sus bolsas: una pluma, una pizarra y una tiza. Aquella enérgica marcha en la que se encontraban inmersos era la que les conducía a diario a la escuela, que se encontraba a dos horas de camino de sus casas. Impresionado por la pequeña hazaña cotidiana de aquellos estudiantes, Plisson pidió ayuda a conocidos de medio mundo para reunir casos similares. De entre todos los que le llegaron, seleccionó cuatro: son las historias de los cuatro protagonistas de este documental que habla de la superación de las dificultades y de la fe en la educación como arma de progreso.

Jackson es un niño keniata que todas las mañanas debe recorrer 15 kilómetros para llegar a la escuela. Va acompañado por su hermana menor, que sigue con confianza ciega todas sus instrucciones para esquivar los peligros del viaje. Porque no se trata solo de enfrentarse a la distancia y el calor: en el trayecto puede producirse un indeseado encuentro con un grupo de elefantes. Zahira es una chica marroquí que está cerca del final de la infancia pero que tiene la firme decisión de no abandonar sus estudios, como empieza a sucederles a muchas de sus compañeras. Cada lunes emprende con dos amigas un trayecto de 22 kilómetros a través de las montañas, que las conducirá al internado en el que vivirán el resto de la semana. Parte de ese viaje semanal depende de la buena voluntad de algún transportista que acceda a llevar a las muchachas en su camioneta, en el lugar destinado a los animales. Carlitos, como buen habitante de la Patagonia, es un experto jinete que recorre a diario 18 kilómetros con su hermanita a la grupa del caballo. Tiene apenas once años, pero domina con mano experta su montura para superar el paso por terrenos escabrosos. Pero Plisson deja para el final la aparición del personaje más conmovedor: Samuel, un niño indio discapacitado al que sus dos hermanos menores llevan al colegio en su silla de ruedas. En principio el trayecto nos parece insignificante, apenas 4 kilómetros frente a las grandes distancias que recorren los anteriores protagonistas, pero la corta edad de los encargados del transporte de Samuel, así como la tosquedad de la silla de ruedas y de las vías que deben recorrer, convierten el viaje en toda una odisea.

Camino a la escuela es una película optimista. Fuera de su metraje quedan las actitudes despectivas con respecto a la educación; las familias de estos voluntariosos estudiantes valoran la escuela y animan a sus hijos a abrirse camino en el mundo por medio del conocimiento. Hay momentos tan conmovedores como el de la bendición del padre keniata cuando despide a sus hijos por la mañana: en sus palabras rituales de despedida se incluye una bendición al lápiz, objeto que simboliza el estudio y la cultura. Las dificultades que tendrán que afrontar estos jóvenes son de carácter físico: las montañas, los desfiladeros, el frío, el calor, la sed, los animales salvajes. Son, con todo, los más afortunados de esa inmensa masa de niños que en buena parte del planeta se encuentran bien lejos de la escuela, y no solo a causa de los kilómetros de distancia.


Comentarios

  1. Beatriz estoy segura de la belleza de tu alma! y la luz tan hermosa que compartes con los que tienes cerca y lejos como yo. Gracias por este documental. Lo buscaré!! Soy una apasionada creyente que debemos primero educar para ser. Y cada día lo confirmo. Angélica de Puebla

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Gracias por tus amables palabras. Pues sí: la importancia de la educación es de las cosas (cada vez menos) que tengo claras en esta vida. Espero que puedas ver este documental; estoy segura de que te va a emocionar tanto como a mí. Ver la fe inquebrantable de estos chiquillos y la convicción de sus familias de que en el estudio está su futuro es un espectáculo alentador. Un abrazo y hasta pronto.

      Eliminar

Publicar un comentario