CUADROS RECUPERADOS (XVI): AVES
El
pintor japonés Matazo Kayama (1927-2004) combina la delicadeza de líneas
del arte tradicional de su país con una desazonante visión del interior del
hombre contemporáneo en obras como este “Bosque congelado”. Con estremecedora concisión cromática, traza
sobre el fondo claro del paisaje helado las siluetas negras y quebradas de los
árboles que entrelazan sus ramas formando una red tupida y angustiosa. Frente a
ese predominio de rectas, se destaca el diseño curvo del torbellino formado por
las aves que confluyen en el centro mismo del lienzo. La sensación de dinamismo
es brutal: nos parece casi oír el griterío con el que los pájaros se disputan
su presa, en medio del silencio del bosque muerto. Avidez, lucha,
desesperación, vacío. A estas alturas, no tenemos la impresión de que el
artista nos esté hablando simplemente de la naturaleza.
(Los cuadros de noviembre. 2012)
Creo
recordar que la cartela que acompañaba a este cuadro de Frida Kahlo en la
exposición en que lo vi por primera vez evocaba una anécdota de la vida en
común de la artista con Diego Rivera. Al parecer, este le regaló un pollito que
vivió poco tiempo; la muerte del animal produjo en Frida una sensación de
angustia que se plasma a la perfección en esta obra titulada ―no podía ser de
otra forma― “El pollito”. Por más que he buscado información al respecto,
no he encontrado rastro alguno de dicha anécdota, que empieza a parecerme fruto
de mi imaginación. Lo que es evidente es la fuerte carga emocional del cuadro,
el intenso contraste entre el dulce carácter de su protagonista y las
presencias amenazadoras que se ciernen sobre él. Todo en esta imagen oscila
entre lo bello y lo siniestro: de un lado, el animalito que parece paralizado
de estupor y el tupido ramo de lilas; de otro, los insectos encaramados a las
flores, como enemigos emboscados que acechan el momento propicio para atacar.
Pero lo más impactante es la telaraña que cubre el lienzo casi por completo
como una trampa mortal, y que a primera vista parece una red de rayas trazadas
por la artista en un momento de ira, como si no pudiese soportar la visión de
tanta ternura condenada a la desaparición.
(Los cuadros de octubre. 2018)
El
pintor ruso Andrey Remnev ocupa un curioso lugar a medio camino entre la
modernidad y la tradición de los iconos de su tierra. Este cuadro
titulado “Papagena” nos da
una original visión del personaje homónimo de la ópera “La flauta mágica” de Mozart:
alejándose de las representaciones fantasiosas al uso, Remnev dota a su
protagonista de sencillez y candor y la convierte en una niña abstraída en su
música. El colorido que suele estar presente en la indumentaria de este
personaje es sustituido por un delicado cromatismo orientado hacia la armonía
de los tonos cálidos, y su habitual caracterización de “mujer-pájaro” se
refleja en las aves bordadas en el cortinaje que cubre casi por completo la
escena. La presencia de telas y tapices es una constante en la obra de este
artista; en ocasiones, como sucede aquí, ocupan gran parte del lienzo y lo
dotan de suntuosidad y de un aire irreal. El pintor nos sitúa en un mundo de
leyenda, al margen de toda referencia real o cotidiana, en el que, sin embargo,
el personaje mágico se ha convertido en una presencia despojada de elementos
sobrenaturales, la de una niña ensimismada que parece encarnar todo el encanto
de los juegos solitarios de la infancia.
(Los cuadros de mayo. 2016)
No
es la primera vez que manifiesto aquí mi amor por los detalles, por los
elementos mínimos, por los seres pequeños y vulnerables. Es por tanto lógico
que me haya llamado la atención el pintor estadounidense David Kroll, cuya
mirada se detiene con frecuencia en delicadas criaturas de tamaño reducido, a
las que retrata con minuciosidad y pericia dignas de un maestro de otros
tiempos. Lo curioso de los cuadros de este artista es que los animales
protagonistas ―casi siempre aves, pero también conejos y peces― aparecen junto
a objetos propios de una naturaleza muerta, piezas de cerámica o cestas, que
son plasmados con idéntica meticulosidad. La primera impresión que producen
estas creaciones es la de estar frente a la obra de un concienzudo artesano,
que lleva hasta el límite todo el saber atesorado durante siglos sobre
el estudio de las texturas y la armonía cromática. El cuadro que encabeza
estas líneas es un buen ejemplo: la suavidad de los colores, el maravilloso
estudio de la superficie del vaso y la naturalidad del frágil pajarillo
encaramado a su borde nos asombran por el dominio técnico que denotan y tal vez
nos hagan sonreír por la gracia del modelo animal. Pero una mirada más atenta
nos descubre nuevos motivos de atención: hay algo vagamente inquietante en esta
figura que posa sin compañía frente a un fondo oscuro e indeterminado, algo que
nos habla de soledad y desamparo; algo, en definitiva, profundamente humano.
(Los cuadros de junio. 2016)
Creo recordar que en la peli Frida aparece una escena en la que Diego le regala un pollito pero no estoy seguro.
ResponderEliminarVi la película cuando se estrenó y no recuerdo ese detalle, pero no me extrañaría. Indagaré.
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