ESTE SOL DE LA INFANCIA
A
la muerte de Antonio Machado en su breve exilio en Francia, apareció en su
bolsillo un papel con el último de sus versos: “Estos días azules y este sol de
la infancia…”. Nunca sabremos lo que el gran poeta nos habría dicho de
continuar la composición, pero como todo lo que el lector se ve obligado a
completar por su cuenta, es un verso con una enorme capacidad de sugerencia. A
mí me habla de los días perdidos y de la extraordinaria calidad que tienen en
el recuerdo: el sol no luce igual en el presente que en esas imágenes de
infancia atesoradas en la memoria. Tampoco son iguales los olores, el sabor de
los dulces, ni el frescor del agua, ni el ruido de las olas, ni las tonalidades del
cielo.
Hace unos días, tuve ocasión de descubrir el modo magistral en que otro escritor de índole bien distinta plasma este melancólico sentimiento de pérdida. Se trata de Amos Oz, que en un fragmento de su novela Fima, hace reflexionar a su protagonista sobre el acto de traición a uno mismo que supone el hecho de hacerse adulto. Este personaje singular lleno de contrastes, agudo intelectual pero hombre nulo para la vida práctica, vive una existencia errática y sin destino claro, que se plasma en constantes vagabundeos por las calles de Jerusalén, en el curso de los cuales su pensamiento divaga de forma tan libre como sus pasos. El libro está lleno así de reflexiones sutiles, detalladas, transcritas con una prosa exquisita. El bueno de Fima se plantea de esta forma el triste proceso de dejar atrás la infancia:
“Las primeras cosas, las cosas
sencillas, silenciosas, las cosas que cualquier niño contempla maravillado y
excitado, como el cambio de las estaciones, la carrera de un gato en el patio,
el giro de una puerta sobre un gozne, el florecimiento y el marchitamiento, la
maduración de la fruta, el susurro de los pinos, una caravana de hormigas en la
terraza, el cambio de la luz en los valles y en las laderas de las montañas, la
palidez de la luna y la aureola que la rodea, las telarañas llenas de gotas de
rocío al amanecer, el milagro de la respiración, el habla, el crepúsculo, la
ebullición y la congelación del agua, el fulgor del sol del mediodía en un
pequeño trozo de cristal, esas son las primeras cosas que tuvimos y hemos
perdido. No volverán. O, lo que es peor, volverán y centellearán alguna vez a
lo lejos, pero la primera emoción se ha aplacado y se ha extinguido. Para
siempre. Todo se vuelve opaco y borroso. La propia vida se va cubriendo de
polvo y de hollín”.
Quién
no tiene almacenadas sensaciones de infancia que son imposibles de recuperar
más que a través de los recuerdos. Hagamos memoria. Yo tengo la luz de la
mañana en un ventanuco de la casa de mis abuelos en Badajoz, el vuelo frenético
de las aves al crepúsculo frente al balcón de mi alcoba de niña, el olor de las
adelfas en los paseos nocturnos en una población de la costa. No volverán. La
casa de mis abuelos ya no existe, pero sí el balcón de mi alcoba, por el que no
he vuelto a ver pasar conjuntos de aves interpretando danzas tan rasantes, tan
espectaculares y sonoras como las de aquellos años. Ni las adelfas huelen ya
igual. Lo sé porque hace unos pocos veranos me acerqué al mismo pueblo aquel, en un intento de recuperar su fragancia de noche.
Beatriz, cuántas cosas nuevas leo y disfruto en este lugar de encuentro de arte y sentimientos que es tu blog. He pasado una estupenda tarde, mientras se iba un día no precisamente azul como el que recordaba Machado... Cómo aprecio reconocerme en esos recuerdos infantiles y afectos que evocas; es una de las ventajas que tiene la literatura… Me ha venido a la mente un libro de Bradbury al que tengo especial cariño, “El vino del estío”, lleno de poéticas sensaciones de infancia. Añoranzas estas y otras -menos amables- propias del calendario que acabamos de despedir, y que a veces nos llenan de congoja…
ResponderEliminarUn abrazo y, de nuevo, enhorabuena de corazón por el merecido premio que acabas de recibir. Choni.
Muchas gracias por todo. Por tu felicitación, por tu presencia constante en este blog y por tu capacidad para comprender y disfrutar de los temas que lanzo desde este espacio. ¿"Lugar de encuentro de arte y sentimientos"? Qué definición más hermosa. No me atrevería a pedir otra mejor.
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