EN EXPOSICIÓN (III): COLLECTIF 1200 / AMALIA AVIA

La exposición de la Casa Árabe Luces y sombras de lo que fue y sigue siendo reúne la mirada sobre el Líbano contemporáneo de doce fotógrafos integrantes del grupo de artistas Collectif 1200. Desde las terribles imágenes de destrucción tras la explosión del puerto de Beirut hasta las escenas íntimas de la vida de la comunidad queer; desde naturalezas muertas que muestran la fuerza de lo pequeño en medio de las grandes crisis hasta las vallas publicitarias vacías inmortalizadas por la fotógrafa Elsie Haddad, símbolo de la parálisis económica a raíz de la pandemia. Recorrer esta muestra es asomarse a puntos de vista distintos que crean un vívido retrato de un país enfrentado a fuertes convulsiones. Las dos salas que la componen parecen estar atravesadas por voces diversas, que hablan de colapso y de esperanza, de la dureza de la existencia y también del valor de los que se enfrentan a ella a diario. Una de esas voces, llena de lirismo y emoción, es la de la fotógrafa Myriam Boulos, autora de la serie titulada Diles a los árboles que sonrían. Sus imágenes van acompañadas de fragmentos del diario de su autora; en ellos se nos informa, por ejemplo, de que el hermoso título es una petición que le formuló su propia abuela al recibir una pequeña flor. La imagen sobria y expresiva de la mano de la anciana sujetando la florecilla ha sido precisamente la elegida para el cartel de la exposición. Frente a la realidad durísima del Beirut afectado por la explosión de agosto de 2020, Boulos dirige su objetivo a los restos de belleza que sobreviven a la destrucción. La florecilla que sostiene la anciana o los restos de cactus que yacen entre cristales rotos son el símbolo de una sociedad resiliente y capaz de levantarse de sus ruinas; capaz de creer, a pesar de todo, que los árboles pueden sonreír.

 

Apenas han pasado quince días desde que se inauguró y ya he visitado dos veces la exposición de la pintura de Amalia Avia en la sala Alcalá 31. Que nadie se deje engañar por su peculiar título: El Japón en Los Ángeles era el nombre de un comercio de Palma de Mallorca cerrado a finales de los ochenta, cuya fachada decadente y poblada por los signos del paso del tiempo retrató la pintora madrileña una década después de su clausura. Toda una declaración de intenciones por parte de la artista, dedicada a plasmar melancólicos paisajes urbanos y evocadoras naturalezas muertas en las que los humanos ausentes se dejan sentir a través de las huellas que dejan en los elementos materiales que les sobreviven. La muestra se abre con los cuadros más antiguos, pintados en los años sesenta, en los que la autora refleja la vida de la época, las calles, el devenir de los transeúntes, las reuniones sociales. Es la zona más sombría de la exposición; es una España triste, de tonos pardos, de descampados y suelos embarrados, en la que los personajes caminan abstraídos o se agolpan de espaldas al espectador para formar un grupo anónimo. Es el caso de El partido, cuadro que encabeza estas líneas y que recoge, con su textura terrosa y su estática composición, esa desesperanza de los domingos por la tarde que son el final del breve interludio de libertad, el presagio de la monotonía sin salida de la semana que se acerca. Pronto desaparece la explícita presencia humana y el visitante se adentra en otras secciones de la muestra ―Ciudades vaciadas, Objetos encontrados― en las que lo inanimado cobra un paulatino protagonismo. Especialmente emocionantes son las humildes fachadas que forman el grueso de Ciudades vaciadas: tiendas abandonadas, muros poblados de pintadas, viejos carteles cuyos mensajes son ya inútiles, casas sencillas salvadas de la sordidez por la belleza de las plantas. A este grupo pertenece mi cuadro favorito de la exposición, el titulado Calle de las Minas, 1972. Ninguna reproducción puede hacerle justicia al colorido cálido y envolvente del original. Es muy difícil explicar la emoción que transmite este fragmento de ciudad que se parece a otros muchos pero que se singulariza gracias a la mirada atenta y amorosa de Amalia Avia. Créanme: hay que ir a verlo al natural.

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