UN HAIKU IMPROBABLE
En el caso improbable de que me decidiera a escribir un haiku
sobre estos tiempos extraños, buscaría sonidos, imágenes y olores que
reflejaran la ciudad desierta, los interiores perpetuamente habitados.
Tendría dónde elegir.
Sonidos: El canto de los pájaros. Las voces de vecinos
procedentes de pisos que creímos hasta hace poco vacíos. Los aplausos y vítores
desde ventanas y balcones, cada tarde. Una sirena de ambulancia rompiendo en
añicos la calma. El silencio a deshoras, aplastante.
Imágenes: Los coches recorriendo a intervalos una calle hasta
hace poco en perpetuo colapso. Las mesas del bar de la esquina, amontonadas y
sucias por la lluvia. Las ventanas del edificio de enfrente iluminadas en la
noche: un compendio de la vida ciudadana. Un televisor encendido a todas horas
en un piso repleto de jóvenes que juegan al baloncesto frente a la pantalla. Un
hombre negro que pasa las horas metido en la cama, abrigado con un edredón. Una
niña que salta en su terraza mientras los adultos aplaudimos a los héroes de la
sanidad. Las nubes y sus evoluciones, protagonistas absolutos de un paisaje casi
inanimado.
Olores: El aire inesperadamente limpio, al abrir la ventana
cada mañana. El jabón en las manos. La ropa lavada y vuelta a lavar. El olor
incisivo de la lejía. En los rincones de la casa, en el suelo, en los
envoltorios de los productos subidos del supermercado.
Y el miedo. ¿Sería un olor, una imagen o un sonido, en este
haiku improbable?
Comentarios
Publicar un comentario