OTOÑOS (y II)
Van Gogh, antes y después del extraordinario viaje al interior de su mente que lo convirtió en uno de los más originales renovadores de la pintura moderna. Entre el cuadro de la izquierda (Avenida de los álamos en otoño) y el de la derecha (Les Alycamps) median sólo cuatro años, pero también una distancia abismal en el tratamiento del color, la libertad de la pincelada y el concepto mismo de la pintura. Es un lujo contar con imágenes tan similares en tema y que reflejan dos posiciones tan alejadas entre sí. El artista que se aproxima a la realidad con mirada atenta en el primero de los dos cuadros se ha transformado en el segundo en el creador de un mundo propio extraído de su visión alucinada y única. Las líneas se curvan, las pinceladas cobran vida propia, las figuras se esquematizan, los colores enloquecen. El otoño de tonos delicados y mortecinos del cuadro realista se ha transformado en un incendio cromático, plasmación visual de una mente visionaria, en perpetua efervescencia.
Despojado,
duro y expresivo: sólo Egon Schiele podía reducir al mínimo los elementos
necesarios para recoger la esencia de la estación otoñal y llevarla al lienzo
de forma tan desolada y contundente. Estos Árboles
en otoño endebles y temblorosos, sujetos a maderas que refuerzan sus troncos,
tienen todo el desvalimiento de los seres humanos que pueblan el universo de su
autor. Las ramas que se abren como dedos, las escasas hojas que permanecen en
ellas, nos transmiten una visión del otoño por completo exenta de misterio y
romanticismo. Todo es dureza, ángulos agudos, texturas rugosas, en el entorno
de estas criaturas vegetales de escaso vigor. Vivir no es fácil para ellas,
igual que no lo fue para el pintor que les dio forma.
Una visión distinta del otoño. El fotógrafo y diseñador gráfico Victor Eredel se aleja de la tradicional proliferación de ocres y dorados y elige como fondo para su creación un azul intenso que crea un ambiente nocturno y mágico. Las hojas secas que son el motivo central se desprenden de unas ramas de hermoso y alambicado diseño, como extraídas de un cuento de hadas. Frente a la explosión emocional de los dos anteriores artistas, Eredel se inclina por una composición decorativa, bella, distanciada. Juego de líneas y colores, puro y duro. Nada nos hace sospechar de una posible vinculación emocional entre el autor y el tema tratado. El sentimiento ha pasado a un segundo plano, oculto tras el poder de la imagen. Es, quizá, el signo de los tiempos.
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