EL OTRO ÁNGEL
En
la iglesia de San Luis de los Franceses de Roma se encuentra la Capilla
Contarelli, que debe su nombre a la italianización del apellido de un prelado
francés que la adquirió en 1565. Este personaje sentía especial devoción por
San Mateo, con cuyo nombre había sido bautizado, y quiso decorar la capilla con
escenas de la vida de su patrón. Dicho proceso fue azaroso: el primer artista
al que se le encomendó el trabajo murió sin iniciarlo siquiera; lo sustituyó
otro pintor que se limitó a realizar los frescos de la bóveda. Finalmente, la
tarea recayó en uno de los discípulos de este último, y gracias a él la Capilla Contarelli ha
entrado definitivamente en la historia del Arte. Porque este discípulo al que
el encargo llegó en tercera instancia era Michelangelo Merisi, más conocido
como Caravaggio.
El
altar de la capilla Contarelli está decorado con tres pinturas impresionantes
de Caravaggio. Bien es verdad que todas las de este autor lo son: pocos
artistas han alcanzado las cotas de intensidad expresiva de este milanés de
vida breve y tumultuosa. Inicialmente, Caravaggio recibió el encargo de recrear
dos escenas de la vida de San Mateo. Decidió en consecuencia centrarse en el
principio y el fin de su existencia como seguidor de Cristo: la aparición de
Jesús en su despacho de recaudador de impuestos para pedirle que se uniera a
su grupo de apóstoles y el instante final del martirio. Creó así los lienzos que
ocupan en la actualidad, respectivamente, el flanco izquierdo y derecho del
altar. Quedaba, sin embargo, el lugar de honor, donde en principio iba a ser colocada
una escultura del santo pero que finalmente se decidió que fuera también
decorado por Caravaggio. Y así comienza una curiosa historia jalonada de
ingredientes desgraciadamente comunes en la historia del Arte: desencuentro
entre patrocinador y artista, osadía del pintor, prejuicios de época, cambios
de ubicación, guerra y destrucción.
El
visitante que acude hoy en día a la iglesia de San Luis de los Franceses se
encuentra en el altar mayor de la Capilla Contarelli con un hermoso lienzo
titulado La inspiración de San Mateo.
Siguiendo las doctrinas vigentes en aquellos tiempos en la Iglesia, que
identificaban al apóstol con el autor del primero de los evangelios,
Caravaggio recrea el momento en que el santo recibe la visita de un ángel
mientras redacta su sagrado texto. Es una obra dinámica y expresiva: San Mateo escribe
casi de pie, con la rodilla apenas apoyada en una banqueta, como urgido por una
tarea trascendente que no puede demorar, y vuelve el rostro hacia una figura
aérea que irrumpe por el ángulo superior del cuadro y que con un elocuente
gesto de sus dedos parece indicarle los elementos imprescindibles que el
anciano debe incluir en su escrito. La destreza en la plasmación de las
texturas de piel y ropajes es indescriptible. Es una obra bellísima y que sobrecoge
al que la contempla, pero que no puede compensar del todo la tristeza del que,
al investigar un poco, descubre que esos no son el Mateo y el ángel originales
que su autor soñó para tan privilegiado espacio.
Antes
que esta Inspiración de San Mateo,
Caravaggio había pintado para su ubicación en el mismo emplazamiento un cuadro
titulado San Mateo y el ángel. Este
título sencillo y encantador recoge perfectamente el carácter de la obra, en la
que se muestra a un evangelista entrañable que se abandona totalmente a la guía
de su sobrenatural acompañante. El ángel es un ser delicioso, de rasgos dulces y
rizos femeninos, que aparece recostado sobre el hombro del santo en una
confiada posición infantil. La expresión del rostro de San Mateo es de
perplejidad: sospechamos que, sin la mano gordezuela del ángel que guía la suya
sobre el papel, sería incapaz de llevar adelante su escrito. Más que el solemne
evangelista y su inspirador espiritual, parecen un abuelo y su nieto
concentrados en una tarea común en la que el niño ejerce de maestro. Sin
embargo, este lienzo conmovedor y tan cercano a una sensibilidad moderna hirió
por igual la susceptibilidad de autoridades eclesiásticas y creyentes: era
inadmisible la presentación del santo como un palurdo analfabeto, en relación
tan familiar con un ser de naturaleza divina. Caravaggio se vio obligado a
realizar otro cuadro más acorde con las consignas oficiales, y creó el que hoy
en día se puede admirar tras el altar mayor de la capilla.
Pero
no termina aquí la azarosa historia de este San
Mateo y el ángel rechazado por sus contemporáneos. La pintura, alejada del
emplazamiento para el que fue creada, fue adquirida por un eclesiástico de
visión más abierta, el cardenal Benedetto Giustiniani. Dicho personaje
pertenecía a una importante familia de amantes del arte en la que destacaba su
hermano, el marqués Vincenzo Giustiniani, gran coleccionista y protector de
Caravaggio. El cuadro formó parte así durante siglos de una importante
colección que se disgregó a comienzos del siglo XIX, cuando el rey de Prusia
compró más de un centenar de pinturas y las destinó a distintos museos de
Berlín. Entre ellas estaba nuestro San Mateo, que pasó a engrosar los fondos del Kaiser Friedrich Museum.
No podría haber sufrido peor suerte, esta obra que ya se había tenido que
enfrentar a unos cuantos infortunios. Porque allí la sorprendió la Segunda
Guerra Mundial y fue destruida en un bombardeo en mayo de 1945. Conservamos de
ella tan sólo fotografías en blanco y negro realizadas antes del conflicto. Gracias
a ellas podemos hacernos una idea aproximada de la osadía de la composición y
de la sorprendente ternura de un cuadro realizado por un pintor tan poco dado a
los sentimientos apacibles, pero nunca llegaremos a conocer la intensidad de
los colores originales ni el juego de la iluminación. Aunque tal vez esta
carencia la haga inolvidable para los que amamos a Caravaggio. Es de esas pinturas
que tendremos que completar con la paleta de nuestra imaginación. Quizá,
después de todo, no es un mal destino para una obra de arte.
Buenos días:
ResponderEliminarUna entrada excelente, un pintor excelente, un tema excelente (habría mucho que contar sobre Mateo, el publicano) y un apasionante episodio de la vida del mismo.
Le felicito por todo el trabajo y esfuerzo que realiza en desarrollar este blog. Siga adelante.
Un saludo cordial.
Muchas gracias por los ánimos y por la valoración de la entrada, algo que resulta muy gratificante en esta labor tan solitaria. Un saludo y hasta pronto.
Eliminarla próxima vez que vaya a Roma iré a visitar la Capilla Contarelli. Qué fácil provocas mi imaginación.Lola
ResponderEliminarEs fácil provocar la imaginación, andando Caravaggio por medio. Yo también querría encontrarme alguna vez frente al ángel que le dicta el evangelio a San Mateo. Lo triste es que no sea posible ir a visitar al otro, el que guiaba la mano del santo con gesto tan amoroso.
EliminarQué casualidad, Beatriz… Hace pocos días estuve en Roma contemplando la Capilla Contarelli. Confieso que entré con ciertos aires de “esto ya lo he visto”, pero me sobrecogió de nuevo la impresionante luz, la sorpresa del San Mateo señalado, el vuelo del ángel… Poco después en el Museo Vaticano, elegí para ti un marcapáginas con un San Mateo que se deja guiar confiadamente por un ángel, de Guido Reni (¡vaya coincidencia!). Me encantó. Espero que este otro te "compense" algo la pérdida del de Caravaggio… Gracias por este fascinante espacio, al que me incorporo después de una larga ausencia. Un abrazo, Choni.
ResponderEliminarNo sabes la envidia que me produce saber de tu visita a la Capilla Contarelli. Yo no la conozco. Roma es para mí una gigantesca deuda pendiente: he ido varias veces y siempre me parece que aumenta el saco en que acumulo las visitas que no he tenido tiempo de hacer. Cuando más leo o investigo, más me doy cuenta de que la desconozco. En mi imaginación, es una especie de monstruo que se va alimentando de mis deseos de visitarla a conciencia.
EliminarLo del marcapáginas y mi entrada sobre los ángeles de Caravaggio no me parece tanto una casualidad como un ejemplo de que compartimos el gusto por muchas cosas y de que sabes bien lo que me interesa.
Gracias por regresar siempre a este espacio.