GATOS Y ESCRITORES (y IV)


A los que han sufrido la angustia que emana de los textos de Jean-Paul Sartre les sorprenderá tal vez esta afectuosa imagen del autor escribiendo en tan estrecha y plácida unión con su gato. La foto presenta el encanto añadido de reflejar una forma de escritura que ya casi se nos ha olvidado, al margen de teclados y pantallas de ordenador, con el movimiento de la mano siguiendo sobre el papel las idas y venidas del pensamiento. Un sistema que tiene, además, la indudable ventaja de dejar libre un brazo con el que se puede, qué otra cosa mejor, abrazar a un gato.


No cabe duda de que las mascotas apelan a nuestro lado más infantil y desinhibido. Aquí tenemos dos encantadoras poses del insigne escritor y premio Nobel Herman Hesse, que no duda en lanzarse al suelo para jugar con este gato atigrado con el que, resulta evidente, le une una fuerte amistad. Atención a la sonrisa radiante en el rostro del atormentado novelista que nos cautivó y perturbó a muchos en la adolescencia con la sombría profundidad de su “Lobo estepario”.

Una imagen que reúne dos de las pasiones del gran Jorge Luis Borges: los libros y los gatos; todo un compendio de su universo personal. En actitud solemne, con sus ojos ciegos perdidos en algún punto de su pensamiento, el maestro argentino deja caer su mano sobre el cuello de uno de los múltiples gatos que compartieron su vida y a los que dedicó sus versos. “Tu lomo condesciende a la morosa caricia de mi mano”, escribió en el poema titulado A un gato. Este felino apacible parece, en efecto, permitir que su genial dueño le acaricie, mientras concentra la mirada en algún aspecto de la realidad cuyo sentido solo él conoce.

Este caballero que sonríe de forma tan campechana en compañía de su gato negro es Ray Bradbury, el genial creador de universos inquietantes y el preclaro constructor de un futuro en que los libros son considerados un arma peligrosa en Farenheit 451. Al parecer, su esposa Marguerite, una enamorada de los felinos, llenó la casa de gatos: a finales de la década de los 50, el matrimonio llegó a convivir con veintidós. A juzgar por la sonrisa cordial del escritor y el cariñoso gesto con el que sujeta a su compañero, plegarse a los gustos de su esposa no le resultó un esfuerzo excesivo.


Una foto para la historia: en el ambiente descarnado de una habitación sin muebles, el dramaturgo y novelista Samuel Beckett observa meditabundo la convivencia de un perro y un gato en una misma cesta. La mirada aguda y ensimismada del escritor no tiene desperdicio. Tal vez la contemplación de los dos tradicionales enemigos compartiendo un espacio tan reducido esté haciendo surgir en su cerebro el germen de Vladimir y Estragón, los eternos compañeros a la espera de algo que no llega jamás en su obra más conocida, Esperando a Godot.

Comentarios

  1. Que buena nota! me encnatan lso escritores y mas los gatos... Borges tiene un gran poema a los gatos... fijate en este sitio web www.tulibrosgratis.net vas a poder encontrar los libros de borges... no recuerdo en cual esta el poema que te menciono...

    saludos

    ResponderEliminar
  2. Gatos.. gatos gatos gatos! Sus miradas de planes inciertos, sus caricias serán de verdad? Cúal es su plan oculto. Cortázar también era un amante gatuno
    Saludines

    ResponderEliminar
  3. Cuando empecé a incluir en el blog imágenes de grandes de las letras acompañados por sus amigos felinos, nunca pensé que esas entradas atraerían a tantos visitantes... Tal vez la razón esté en ese "plan oculto" del que hablas, Débora, que nos intriga y sobre el que no podemos dejar de fantasear. Un saludo.

    ResponderEliminar
  4. Me encantó esta entrada! No sé por qué, pero los gatos y los escritores son una buena combinación, porque en ambos seres hay siempre un halo de misterio, de esa incertidumbre... ¿qué estará pensando?

    Saludos!

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. A mí me atraen especialmente los gatos por lo engañados que tienen a los que nunca han convivido con ellos. Se habla de su frialdad, de su despego con respecto a sus amos, de su indiferencia y hasta de su carácter traicionero... Yo conservo imborrables recuerdos de ratos de juegos compartidos y de muestras de afecto de todos los gatos que he tenido. Son unas criaturas especiales, y hay que rascar un poco para acceder a ellas. Supongo que por eso nos gustan a los que amamos las cosas que no son fáciles ni evidentes.

      Un saludo y hasta pronto, Lector Indiscreto.

      Eliminar

Publicar un comentario