LOS VERSOS DEL NOVELISTA

Me entero leyendo el prólogo a mi edición de Novelas cortas de Turguénev de que este autor, al que siempre había tenido exclusivamente por novelista, comenzó y terminó su carrera literaria escribiendo poesía. Su última obra es, de hecho, una colección de textos breves de carácter lírico que reunió bajo el título de Poemas en prosa. Entre todos ellos, el traductor y autor del prólogo, Víctor Gallego Ballestero, selecciona una composición estremecedora, que no me resisto a traer a este espacio. En ella, un Turguénev que acaba de iniciar su sexta y última década vuelca toda la pesadumbre de vivir que le atenaza: a cinco años de su propia muerte, el escritor pasa revista a la frágil, endeble, patética condición humana, en la que no encuentra ningún posible asidero. Es difícil dar una visión más desoladora del hecho de estar vivo. El poema se titula Me da pena y dice así:

Me da pena de mí mismo, de los demás, de todos los hombres, bestias y aves… de todo lo vivo.

Me da pena de los niños y de los viejos, de los desgraciados y de los felices… de los felices más que de los desgraciados.

Me da pena de los caudillos vencedores y triunfantes, de los grandes artistas, pensadores y poetas.

Me da pena de los asesinos y de sus víctimas, de la fealdad y la belleza, de los oprimidos y los opresores.

¿Cómo liberarme de esa pena? No me deja vivir… Ella, y también el hastío.

¡Oh, hastío, hastío, todo disuelto por la pena! No le es posible al hombre caer más bajo.

¡Mejor sería sentir envidia, la verdad! Y lo cierto es que la siento: por las piedras.

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