UNA IMAGEN, MIL PALABRAS

Acabo de abrir un paquete remitido por una librería del Reino Unido a la que encargué hace algo más de quince días un libro inencontrable por estos lares. Todo el que haya vivido una situación semejante conoce las emociones que produce: la satisfacción de haber hallado un tesoro inaccesible, el ritual de abrir el embalaje que por unos instantes demora el dulce encuentro, la torpeza con la que se consigue finalmente retirar el precinto que nos separa de nuestro nuevo amigo, llegado de lejos para quedarse a vivir en nuestras estanterías. En este caso, se trata del libro On reading, recopilación de sesenta y seis fotografías en las que André Kertész inmortalizó a gente de la más variada condición absolutamente embebida en el acto de leer. Kertész, que era hijo de librero y un lector ávido, aplica su habitual sensibilidad exquisita para descubrir el detalle revelador en el abigarrado mundo humano que le rodea, y nos regala una galería fotográfica en la que todos los amantes de los libros podemos reconocernos.

Al pasar las páginas satinadas de On reading, entramos en contacto con lectores de todos los pelajes. Desde la institutriz de comienzos del XX hasta la chica sesentera de gafas enormes que lee junto a su puesto callejero de objetos artesanales; el anciano que tiene que interponer una lupa entre sus maltrechos ojos y la letra impresa, la muchacha que lee mientras toma el sol en pantalón corto en su terraza rodeada de tejados, el fraile que pasa las gigantescas páginas de un libro de canto, la bailarina que se entretiene antes de entrar en escena, con un librito entre las manos y un abrigo sobre los hombros para cubrir su exigua indumentaria. Los lectores de Kertész leen en la calle, en sus casas, en la iglesia, en sus balcones, en el parque, a la orilla del río, en el bosque, en el colegio, entre bambalinas; son pertinaces y variopintos, y están deliciosamente abstraídos, transportados hacia otros mundos, por las letras que absorben con ojos ávidos. Las imágenes más tiernas son las de los lectores contracorriente: el chiquillo que se ha sentado sobre un montón de periódicos abandonados en la calle, la niña que ha cazado al vuelo una página impresa en un montón de basura de un mercado, el vagabundo que ha sacado un diario de la papelera y lo lee con interesada gravedad. Es difícil para mí elegir entre todas estas imágenes hermosas y emocionantes, y es seguro que encontraré pronto una excusa para traer cuantas pueda a este espacio. De momento, sirvan como adelanto estas cuatro: la niña abstraída en su lectura durante un ensayo de una función escolar; los dos lectores perdidos, respectivamente, en la maraña de tejados del Barrio Latino de París y de hojas de otoño que cubren el suelo de un parque; la deliciosa fila de piernas infantiles en las distintas actitudes que acompañan al acto de leer.




Siempre me ha molestado el tradicional dicho de que una imagen vale más que mil palabras. Me parece una justificación de la pereza, de la falta de exactitud en el uso del lenguaje, de la escasa imaginación para abrir la mente a las inmensas sugerencias que produce en nuestro cerebro ese poderoso instrumento humano que es la palabra. Cuántos versos, cuántos pasajes de novela no hallarían fácilmente una plasmación adecuada en imágenes. Lo que sí estoy dispuesta a admitir es que hay imágenes que pueden hacer surgir en nosotros mil palabras, y muchas más que mil. Kertész y su mágica galería de lectores ejercen ese influjo sobre mí. Una imagen suya, mil palabras, mil historias, mil recuerdos de la lectora que soy y he sido, presagios de la lectora que algún día seré.

Comentarios

  1. Libros, lectores, formas de acercarse a la lectura, necesidad de leer, urgencia de leer, ... Las fotos me acercan de nuevo a un tema tan importante para mí porque he sentido demasiadas veces ese placer de aprovechar pequeños momentos: mientras esperas a otra persona, mientras se hace la hora de salir, mientras los otros se despiertan por la mañana, ... Y son momentos especiales, trasgresores, porque sientes que los demás ignoran lo que haces y te centras y te aislas ...
    He leído hace unos días un maravilloso libro donde la lectura de una extraña obra es la única forma de salir de la soledad más absoluta y de evitar la locura. Es una situación extrema pero ¿quién no ha sentido en algún momento que la lectura le ayuda en alto grado?
    Y eso se percibe en las fotos: concentración, aislamiento, placer, ... ¡Qué maravilla! Lola

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  2. Lola: Yo añadiría algo a tu definición de los momentos especiales a solas con un libro. Los demás ignoran lo que estás haciendo y te centras y te aíslas... pero lo haces en estrecha comunión con las palabras y pensamientos de un perfecto desconocido con el que, gracias a la magia de la lectura, has podido establecer conexión. Me encanta que las fotos de Kertész te resulten tan sugerentes como a mí. Hoy mismo empiezo a rescatarlas una a una en un rinconcito nuevo del blog.

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  3. Las dos habeis hablado de ideas clave para mí. La conexión con alguien a quien nunca has visto, que tantas veces pertenece a otra época o a otra cultura, pero con el que estableces un vínculo a través de la lectura estrecho, íntimo, una conexión perfecta. Como para no aislarte del mundo. Cuántas veces me habrá reprochado mi madre... hija, que llevo un rato llamándote, si es que estás como en otro mundo, ¿pero es que no ves...?.
    Y el otro punto importantísimo. Salir de las crisis gracias a un libro, o pasarlas junto con un libro, mente con mente con su autor. Y es que las penas en compañía son menos penas.

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  4. Confidente fiel: Tienes que leer "Novela de ajedrez", de Stefan Zweig, que es la obra a la que Lola se refiere en su comentario anterior cuando habla de la posibilidad de superar la más terrible situación gracias a un libro. Ella me la prestó a mí y yo le pedí permiso para dejársela a mi vez a una amiga mía. Cuando regrese de su periplo, creo que eres la persona a cuyas manos debe ir a parar en siguiente lugar. Me encantan estos itinerarios de los libros, de mano amiga en mano amiga.

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  5. Me hace mucha ilusión, así que espero el momento en que llegue a mis manos. Feliz fin de semana y que disfrutes de tu merecido descanso, Bea. Un beso.

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  6. Pues a la vuelta de este largo fin de semana lo tendrás, con permiso de nuestra común amiga Lola. Espero que te impresione tanto como a mí. Descansa tú también, que, desde luego, te lo mereces.

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