LECTURAS DE FEBRERO (2024)

Concisa, contundente, descarnada, inmisericorde; así se muestra Agota Kristof en esta novela de título tan escueto como el estilo de su autora: Ayer. Y es que Kristof no utiliza ni una palabra más de las imprescindibles para, en apenas cien páginas, bajar a los abismos de la enfermedad mental y levantar testimonio del sinsentido de la vida humana. La madre literaria de los inolvidables gemelos Claus y Lucas vuelve en esta ocasión al tema del exilio a través del narrador protagonista, el joven Tobías, que abandona de niño su país para huir de un pasado terrible e inicia una nueva existencia bajo un nombre falso en una tierra que le resulta inevitablemente ajena. Presa de un desequilibrio que le produce una visión perturbada de la realidad, este emblema del desarraigo deja pasar sus días entre un monótono trabajo en una fábrica y los escritos en los que vuelca su mundo interior, mientras espera la aparición de una mujer imaginaria en la que cifra todas sus esperanzas. Ayer es una novela oscura, tristísima —todas las que he leído de esta autora lo son—, escrita con un lenguaje duro, escueto, en el que brillan de tanto en tanto hallazgos de impresionante valor poético. «Los monstruos escondidos en las nubes me hablaban de países desconocidos», afirma el protagonista en uno de sus frecuentes estados de alucinación. El simple hecho de vivir significa para Agota Kristof pisar un país desconocido. En su visión desoladora del mundo, esos monstruos que acechan desde lo alto son parte de la propia condición humana. 

Una anciana encantadora es denunciada por un vecino por el asesinato de su hermana gemela. La expectación que el inconcebible crimen despierta en la comunidad donde viven ambos es el punto de partida del repaso de una existencia doble, la de las hermanas Barbarin, idénticas físicamente, separadas por su carácter y por el desigual aprecio de sus allegados. Esta historia de dependencia, celos y rencores enquistados es la primera de las cuatro que componen el libro La venganza del perdón, de Éric Emmanuel-Schmitt. El creador de la preciosa El señor Ibrahim y las flores del Corán recorre en esta ocasión las turbulencias de la condición humana a través de cuatro personajes cuyo pasado alberga hechos traumáticos o decisiones reprobables que extienden su sombra hasta el presente. Un hombre que en su juventud sedujo y dejó embarazada a una muchacha con discapacidad intelectual, una madre empeñada en visitar en la cárcel al asesino de su hija y un piloto jubilado que carga en la conciencia con el peso de haber apoyado muchos años atrás al nazismo son los otros hilos que componen este mosaico sobre la culpa, la redención, la venganza y la posibilidad de compensar los errores del pasado. Schmitt es un autor con extraordinaria capacidad para plegar su estilo al material narrativo que tiene entre manos y así lo demuestra en esta ocasión, explorando territorios que van desde el clasicismo casi decimonónico de las dos primeras historias hasta la contención despojada con que narra los encuentros entre la madre y el asesino en el relato que da título al conjunto. El volumen se cierra con el tono poético y sentimental de Dibújame un avión (alusión al inolvidable «dibújame un cordero» de El Principito) conmovedora historia de un viejo piloto que, espoleado por su relación con una niña, decide enmendar el punto más oscuro de su biografía. Schmitt se adentra en los sombríos abismos del alma humana y nos habla del egoísmo y el rencor, de la frivolidad que causa sufrimiento, del horror causado por las víctimas de otros horrores, pero salpica ese viaje con motivos para la esperanza. En ese sentido cabe interpretar la impresionante lección de amor que la muchacha discapacitada da al hombre que la abandonó en Mademoiselle Butterfly y la inesperada irrupción de dos seres que aparecen en la vida de los protagonistas de las dos últimas historias, colándose simbólicamente en sus jardines: el gato negro que poco a poco socava la coraza de la madre de la chica asesinada y la niña que con su charla y su alegría da un nuevo sentido a la vida del viejo piloto que ya no se creía capaz de volar. 

Esta novela del escritor palestino Ibrahim Nasrallah tiene uno de los comienzos más hermosos que recuerdo haber leído. Varios hombres sentados en el exterior del local de reuniones de su aldea se quedan mudos de asombro ante lo que les parece una aparición. Se trata de una yegua bellísima que cabalga hacia ellos, resistiéndose a los intentos de dominarla de su jinete. Este es un ladrón que ha robado el hermoso animal a unos beduinos nómadas y que se da a la fuga abandonando el producto de su delito. La yegua se queda entonces clavada en su sitio, sin que haya forma de convencerla para que dé un solo paso. Los hombres la observan. «No había nada sobre la faz de la tierra que pudiera cautivarlos más que la belleza de una yegua o un caballo», afirma el novelista. En este grupo se encuentra Jaled, un joven que queda prendado del animal, con el cual entrelazará su destino a partir de ese día. Este es el poético planteamiento de El tiempo de los caballos blancos (también, por cierto, uno de los títulos más hermosos que recuerdo), recorrido novelado por la historia de la tierra palestina desde la época de la dominación otomana hasta la imposición de los asentamientos judíos. En esta escena inicial se establecen los pilares sobre los cuales se apoyará ese largo viaje: la figura del héroe, Jaled, encarnación de los valores de su comunidad, y la presencia mágica de Hamama, la yegua blanca, símbolo de la libertad y la belleza de una tierra sometida a sucesivos dominios. La acción tiene como escenario central Al Hadiya, una aldea creada por el escritor y que es la síntesis de todas las aldeas palestinas objeto de la ocupación, la rapiña y la violencia. Nasrallah construye su relato a partir de testimonios orales de sus compatriotas y utiliza un estilo lleno de lirismo que remite a la belleza de la poesía árabe para ir evolucionando hacia un lenguaje más sobrio y desgarrado cuando se llega a los acontecimientos recientes. Esta Al Hadiya tiene algo del Macondo de García Márquez y de todos los territorios míticos creados por grandes autores; nos traslada a un mundo aparte, poblado de acontecimientos fabulosos, pero es capaz a la vez de captar con fuerza extraordinaria la más descarnada realidad.

Comentarios

  1. Tres propuestas que no conocía, pero que ahora me han picado la curiosidad. Mil gracias por la sugerencia, Beatriz. Espléndido trabajo.

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  2. Pues no sabes cuánto me alegro, Rubén, de haber podido corresponder un poco a las innumerables propuestas que lanzas desde tu blog y que con frecuencia se traducen en estupendas experiencias de lectura.

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  3. ¡Qué responsabilidad! Espero que no me lo reproches en algún momento.

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