VERSOS EN RECLUSIÓN


Compañeros de reclusión: hoy es el Día Mundial de la Poesía.

Desde que se decretó este estado de alarma que ha dinamitado nuestra rutina, las redes sociales están que arden. Pero no voy a fijarme ahora en noticias luctuosas ni discursos llenos de rencor, en cifras amenazadoras o consejos y advertencias del más variado pelaje, sino, como es bastante previsible tratándose de mí, en la presencia de la literatura. Es digno de ver cómo obras clásicas corretean estos días por las redes con la libertad que tanto echamos de menos para nosotros. Entre ellas ―no podría ser de otro modo―, el bello Romance del prisionero, con ese primer verso que, con un sencillo trueque de letras, valdría para nuestra situación actual: «Que por mayo era por mayo…». Es constante también la presencia del impresionante discurso con el que Bernarda Alba marca el comienzo del feroz encierro de sus hijas: «En ocho años que dure el luto no ha de entrar en esta casa el viento de la calle. Haceros cuenta que hemos tapiado con ladrillos puertas y ventanas».

Cuando me despedí de mis compañeros de departamento hace diez días y quedamos en reunirnos de forma virtual, uno de ellos propuso: ¿Nos hacemos un “Decamerón”? Desde entonces, he encontrado múltiples alusiones en la red a Boccaccio y a los diez personajes de su invención que, encerrados en una villa, se cuentan historias para espantar el miedo a la peste. Precisamente unos cuantos amigos y colegas blogueros han declarado recientemente en sus medios de comunicación su intención de releer La peste de Camus. Lo que aún no he registrado es ninguna alusión a Sartre y su sobrecogedora obra teatral A puerta cerrada, con sus tres personajes condenados a convivir ―y a torturarse mutuamente― en un espacio clausurado. Tal vez sea aún demasiado pronto para que nos hayamos percatado de que, según la célebre frase de su autor, el infierno son los otros.

Pero hoy quiero centrarme en la poesía. Y no lo voy a hacer con versos que hablen de muros ni de prisiones, sino con un poema que canta a la alegría de recuperar el mundo exterior. Lo escribió el gran Jorge Luis Borges y pertenece a su libro Fervor de Buenos Aires, de 1923. En él, el motivo de la clausura transitoria es una tormenta. Aunque sea mucho más terrible, confiemos en que esta tormenta que nos azota también escampará.

BARRIO RECUPERADO
Nadie vio la hermosura de las calles
hasta que pavoroso en clamor
se derrumbó el cielo verdoso
en abatimiento de agua y de sombra.
El temporal fue unánime
y aborrecible a las miradas fue el mundo,
pero cuando un arco bendijo
con los colores del perdón la tarde,
y un olor a tierra mojada
alentó los jardines,
nos echamos a caminar por las calles
como por una recuperada heredad,
y en los cristales hubo generosidades de sol
y en las hojas lucientes
dijo su trémula inmortalidad el estío.

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