LOS CUADROS DE MARZO (2019)

Un artículo sobre la recientemente clausurada Feria Internacional de Arte Contemporáneo de Madrid me ha hecho descubrir a Rosa Álamo, una artista fronteriza entre la pintura y la ilustración que se mueve en un universo ingenuo y misterioso. El cuadro que encabeza estas líneas pertenece a la serie Daydreams y se titula Lullaby. Acorde con esa canción de cuna de su título, se trata de una obra que conjuga lo onírico con un toque infantil. El personaje que duerme aparece integrado en el escenario de su sueño. Desgajada de su cama y acompañada por una urraca, animal asociado al aire libre, la muchacha se integra con la visión que alberga en su mente hasta el punto de que su camisón se mimetiza con el diseño del paso de cebra. Así tendida en el asfalto, la protagonista de esta peculiar escena se nos antoja vulnerable pero a la vez absolutamente libre para dejarse llevar por el vuelo de su imaginación, que la lleva a una casa abandonada, tal vez el espacio que habitó en tiempos mejores y ya perdidos. Este fascinante juego de sueño y recuerdo se ve acompañado por una maravillosa armonía de azules y por una profusión de detalles sugerentes: los grafitis de la casa y su entorno (el mismo título, Lullaby, escrito sobre el muro del fondo), las dos urracas que flanquean la composición en una artificiosa simetría, las franjas azules que enmarcan la imagen, como pertenecientes a una pared en la que estuviera colgada la pintura, pero sobre las cuales, sorprendentemente, se sobreponen las figuras de las aves. No me canso de contemplar esta canción de cuna de Rosa Álamo, que tantas resonancias despierta en mi interior.


Surrealismo, realismo mágico, presencia de la geografía y los intensos colores de su país natal, Ecuador: estos son los rasgos que se destacan de forma unánime cuando se habla del pintor Gonzalo Endara. Yo añadiría otros dos: recreación del mundo fantástico de la infancia y empleo del más envolvente de los azules. Así se puede apreciar en una de sus composiciones más conocidas, Sin título (colibrí y huevos de colores). Inicial ausencia de título y posterior añadido de un subtítulo que resalta lo que es a la vez obvio y desconcertante. El universo de Endara es así, misterioso y sugerente, pero a la vez poblado de detalles sencillos y encantadores. Se podría escribir un cuento con esta preciosa ave que aletea sobre un conjunto de huevos de tamaño descomunal y colores improbables. El paisaje está constituido por una orografía mágica, que parece extraída de un sueño. Las montañas de perfiles rugosos que envuelven la escena podrían ser accidentes geográficos de un extraño planeta azul, o tal vez los pliegues de una manta que arropa al niño que la está soñando. Infancia y color azul, asociados una y otra vez en la obra de este artista. Tal vez no sea una casualidad. El azul es, para mí, el color de la imaginación, de lo añorado y lo inexistente. Quizá por eso me atrae tanto.


Lleva ya un tiempo con nosotros, pero me he resistido a celebrar su llegada hasta el día señalado en los calendarios para su entrada oficial. Hoy comienza la primavera del 2019 y esta sección se viste de blanco y azul con una de las más exquisitas creaciones del gran Vincent Van Gogh: Almendro en flor. El maestro holandés se deja llevar más que nunca por la delicadeza del arte oriental, que tanta influencia ejerce sobre él, y crea una deliciosa estampa de la naturaleza que se despierta después del invierno. Cuentan las historias de la pintura que el artista creó este cuadro con motivo del nacimiento de su sobrino y ahijado, que recibió el mismo nombre que él. En efecto, las líneas retorcidas, tan frecuentes en la obra de este autor, no parecen por una vez ser el eco de una mente torturada, sino la plasmación de la vida que bulle y se despereza. Todo es luminosidad y alegría en esta composición; ramas, flores y el precioso fondo azul son un compendio del triunfo de la vida. Tal vez el propio Van Gogh creyó ver en este árbol renacido un símbolo de su propia regeneración. El destino se encargó de defraudar sus expectativas y el pintor murió apenas tres meses después de terminar este homenaje a la esperanza y a los nuevos comienzos.

La pintora brasileña Tarsila do Amaral vuelca su colorida visión del mundo en este cuadro titulado, como no podría ser de otra manera, Figura en azul. La obra está fechada a principios de la década de los veinte, momento en que su autora conserva la elegancia de los retratos de su primera época, pero se va escorando ya hacia la rotunda sencillez y el primitivismo de las que serán sus composiciones más representativas. La figura de la que habla el título debería estar en plural; en realidad, la modelo y las naranjas que la rodean están tratadas con idénticas atención y simplicidad. En efecto, el rostro femenino tiene la redondez y la frescura de un fruto, y figura humana y elementos vegetales poseen un estatus semejante en esta visión ingenua de la realidad: son hermosos e impertérritos, y su fugacidad ha sido detenida para siempre por obra y arte de los pinceles de la artista, delante de un impactante fondo azul que parece el símbolo mismo de la belleza. Un dato curioso: este cuadro fue robado hace unos años y recuperado al poco por la policía brasileña. Circula una foto por la red en la que se puede ver a un aguerrido agente trasladándolo con gesto grave, escoltado por un compañero que porta un arma de fuego. El contraste entre la crudeza de la escena y la delicadeza del retrato es extraordinario. No hace falta decir que nunca lo había encontrado tan hermoso. Termino con él este mes de marzo dedicado al azul, el más misterioso y envolvente de los colores.

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