DETALLES (III)
En
esta ocasión, empezaré por el detalle, dado que fue lo primero que conocí del
cuadro al que voy a referirme. Mi encuentro con él sucedió hace unos meses, tal
vez un año, no lo recuerdo bien; el lugar, las salas dedicadas al XIX del Museo
del Prado. Esta colección de pintura decimonónica del Prado tiene para mí un
fuerte valor sentimental. La recorrí muchas veces de jovencita, cuando estaba
ubicada en el Casón del Buen Retiro, y la eché de menos luego durante los
largos años en que aquellos cuadros tan queridos permanecieron guardados, en
espera de su nuevo emplazamiento en el edificio de los Jerónimos. Cuando en
octubre de 2009 volvieron a exponerse, acudí presurosa a saludarlos de nuevo. Desde
entonces he regresado en numerosas ocasiones, generalmente a la salida de una
exposición temporal. Supongo que en alguna de estas visitas he debido de
encontrarme frente al cuadro que voy a comentar hoy. Curiosamente, no lo
recuerdo. Tal vez no me hubiera llamado nunca la atención de no ser porque
alguien se molestó en resaltar el detalle al que dedico esta entrada.
Durante
todo el año pasado, permaneció en el Museo del Prado una exposición titulada Historias sagradas, que estaba compuesta
por pinturas de temática religiosa realizadas por artistas españoles de la
segunda mitad del XIX durante su periodo de aprendizaje en Roma. Eran lienzos
clásicos, academicistas si se quiere, algunos de los cuales habían sido
sometidos a laboriosos procesos de restauración que los habían mantenido
alejados del público. Yo me había acercado al Prado a visitar otra exposición,
no recuerdo cuál, pero en cuanto cayó en mis manos el folleto informativo de
estas Historias sagradas sentí la
imperiosa necesidad de ir a contemplarlas. ¿El motivo? La preciosa, emotiva
imagen de María Magdalena que habían seleccionado para su portada.
Con
frecuencia me defino como una persona absolutamente descreída en el terreno
espiritual. Aun así, tengo una fuerte vinculación con lo religioso por motivos
artísticos. Los que han viajado conmigo saben de mis irrefrenables deseos de
visitar cuantas iglesias, sinagogas y mezquitas se cruzan en mi camino. Siempre
que tengo oportunidad de asistir a alguna ceremonia, interrumpo mi periplo
para presenciarla y la contemplo de principio a fin ―nunca mejor dicho―
religiosamente. He asistido así a procesiones, rituales ortodoxos, oraciones
musulmanas, ritos funerarios y algunos otros de carácter e intención para mí
desconocidos. Me fascinan, supongo, por lo que tienen de teatral. Y a base de
contemplar obras de arte, mi contacto con los santos es algo absolutamente
cotidiano. Tengo, claro está, mis favoritos. Alguna vez he hecho alusión en
este blog a mi preferencia por el heroico San Jorge enfrentándose al dragón y
por el sufrido San Sebastián abatido por las flechas. Entre las mujeres, no
tengo la menor duda: mi favorita es María Magdalena.
En
cuanto la tuve frente a mí, en la portada del folleto al que he hecho
referencia con anterioridad, esta María Magdalena pasó a ocupar de inmediato un
lugar entre mis preferidas. Dulce, delicada, emotiva: esta imagen de la santa
arrodillada a los pies de Cristo muerto es la viva encarnación de la ternura y
el abatimiento. La suavidad de los tonos, el bello rostro que apenas
adivinamos, la postura resignada; el autor consigue crear una conmovedora
plasmación de la tristeza por la pérdida de un ser amado, dotándola de
intensidad contenida, sin desesperación ni aspavientos. Ni que decir tiene que,
nada más conocer esta versión de la pecadora arrepentida velando el cuerpo de
Cristo, corrí a buscar el original en las paredes del museo. Fue cuando
descubrí que esta María Magdalena que tanto me atraía era el detalle de un
cuadro mayor.
Este Descendimiento fue pintado en 1864 por Domingo Valdivieso y Henarejos, artista español de vida breve y extraordinaria técnica. Su autor lo pintó con treinta y cuatro años y apenas llegaría a cumplir ocho más. Es un cuadro exquisito, que denota un amplio conocimiento de la pintura clásica. Frente a representaciones más dramáticas e impactantes del mismo tema, Valdivieso opta por la moderación: los personajes adoptan poses solemnes, ensimismados en su dolor. Con notable elegancia, el pintor sitúa el detalle más desgarrador, el de la madre que rompe a llorar, en un discreto y sombrío segundo plano. Tal vez por simpatía hacia la santa de turbio pasado, es la figura de María Magdalena, junto con la de Cristo, la más fuertemente iluminada. Para mí es, sin duda, lo mejor del cuadro. En este conjunto de personajes de presencia contundente, yo me quedo con la figura abatida, que clava con humildad los ojos en el suelo, a solas con su dolor.
Hola, Beatriz. Mi nombre es Leticia Bravo Banderas y soy profesora de Griego y Latín en ESO y Bachillerato.Mi enhorabuena y agradecimiento por esta entrada. También, como tú, soy una enamorada de la colección de pintura del XIX del Prado (en realidad, y en líneas generales, de las formas artísticas y la literatura que alumbró ese siglo). Estoy realizando una tesis doctoral en relación con esto y siento igualmente fascinación por la figura de María Magdalena. Llevo días rastreando en internet a ver si doy con una imagen de Jesús muerto en el sepulcro y María Magdalena lamentándose sobre él que vi en un documental de Discovery Max el pasado Jueves Santo. Por los rasgos me pareció que sería de Boughereau o un pintor de su estilo, pero desgraciadamente, por el momento, no he dado con ella. Así es como he llegado a tu blog y a la feliz sorpresa de esta entrada tuya.
ResponderEliminarCordiales saludos,
Leticia
Hola, Leticia. Leer tu mensaje me ha dado una triple alegría: la que supone recibir a una nueva lectora en este rinconcito y la de encontrarse con una colega de la enseñanza que, además, comparte mis aficiones. Tiene gracia que hayas dejado tu comentario precisamente ahora, porque llevo un tiempo pensando en dedicar una entrada a las representaciones pictóricas de María Magdalena, personaje que tanto nos gusta a ambas. En realidad, estoy esperando a tener un poco de tiempo libre (no sé cuándo será...) para preparar dicha entrada en condiciones. Desde luego, me has despertado la curiosidad con esa Magdalena que parece ser de Bouguereau. Espero que, si la encuentras, me lo hagas saber. No te quepa duda de que, si localizo algo semejante a lo que describes, lo pondré en común en este espacio.
EliminarGracias por tu amable comentario. Espero seguir contando con tu presencia en este blog.