DÍAS POR VENIR

Hay acciones cotidianas que esconden un fondo de una trascendencia insospechada. Como comprar un calendario.

Rindámonos a la evidencia: es necesario hacerlo. Sin él, llega el nuevo año y uno se siente perdido, sin saber en qué día vive. Hay que armarse de valor, entrar en la tienda y elegir entre los modelos disponibles. Es más fácil si uno se entretiene con los pequeños detalles. Como preocuparse de que se amolde al espacio con el que se cuenta en la mesa de despacho, o en la pared junto al ordenador, o en el cuarto del niño, que siempre se olvida de las fechas de exámenes y de los cumpleaños de los padrinos. O procurar que sea lo más práctico posible, con los días festivos señalados en rojo, con un amplio espacio para apuntar citas con el dentista y plazos de Hacienda. O que le alegre a uno la monótona sucesión de sus días con imágenes de lugares exóticos o tiernos animalitos.

Es mejor olvidar que cuando uno sale de la tienda con ese taco de hojas envueltas en papel celofán, se lleva entre ellas un 5 de abril o un 23 de octubre que así a priori no significan nada, pero que son tal vez aspirantes a convertirse en fechas inolvidables, de esas que se nos quedan grabadas a fuego en la memoria, porque en ellas se contiene el gran día o la gran tragedia de nuestra vida. Le estamos pagando al empleado en la caja y le estamos comprando un 15 de junio en el que  nuestra mascota nos dirá adiós, un 3 de mayo en que nos despedirán del trabajo y un 20 de enero en que nos descubriremos engañados por quien más queremos. O quién sabe. Tal vez un 12 de febrero en el que viviremos un increíble golpe de suerte y un 6 de noviembre en que conoceremos a alguien que lo cambiará todo. Salimos de la tienda con la bolsa de plástico que nos golpea la pierna entre el gentío de la zona comercial, y tal vez llevamos ahí dentro esa fecha después de la cual nuestra vida no volverá a ser la misma. Llegamos a casa y lo guardamos sin quitarle el precinto, así, bien protegido, ya lo estrenaremos el próximo 1 de enero. Vida nueva. Y ahí, en el fondo del cajón, se queda esperándonos ese día trascendental. El día en que conoceremos a, o nos despediremos de, o descubriremos que. Día par o impar, lunes o jueves, festivo o laborable, de invierno o de verano. Quién sabe.

Y vosotros, lectores del blog: ¿Habéis comprado ya un calendario para el año que viene?

Comentarios

  1. Feliz año, Bea. Y feliz aniversario del blog!. He pasado dos semanas aislada de esta ventana al mundo que es internet. Lo bueno es que ahora puedo asomarme a tu blog y tengo un montón de cosas nuevas para disfrutar, todas las que he echado de menos estos días que he vivido como hace años, cuando la red era un sueño del futuro. Hace poco menos de un año descubrí tu blog y desde entonces me encanta verlo siempre que puedo y descubrir tantas cosas nuevas. Espero que cumpla muchos más.

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  2. Feliz año para ti también, Confidente fiel. Se te ha echado mucho de menos en este espacio durante estas dos semanas. Yo también espero que el blog cumpla muchos años más, al menos los que le concedáis de vida los buenos lectores como tú.

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  3. Llevo muchos días rondando por estas páginas y con pereza de escribir, que no de pensar. Un calendario en blanco... Para mi se amontonan acontecimientos inciertos, muy agradables unos y con cierta angustia otros. ¡Cuantas decisiones habrá que tomar en este año, cuántas sensaciones inexploradas! A veces tengo la sensación de que el tiempo me arrastra, pasa por encima de mi sin que yo pueda hacer nada más que contemplar su lento paso que, en algunos momentos, me llena de angustia. Que maravilla que nos lances estos retos. Lola

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  4. Me alegra comprobar, Lola, que tu ausencia de los últimos tiempos en este espacio era solo aparente. Me resulta curioso que hables del "lento paso" del tiempo; yo tengo la sensación, que se acrecienta con los años, de que la velocidad con la que se van los días aumenta cada vez más. Cómo echo de menos aquel ritmo pausado de la infancia, aquella impresión de que jamás se llegaría a la edad adulta, de que los sentimientos eran eternos y los problemas insalvables, porque las agujas del reloj avanzaban tan despacio que esa idea de que el tiempo todo lo cura resultaba imposible de concebir.

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