EL CUADERNO DE LA FELICIDAD
Uno de los más preciados ocupantes de mi
biblioteca no tiene nada que ver, sorprendentemente, con literatura ni con
arte. Es un ejemplar que compré hace ya unos años en un mercadillo de libros de
segunda mano y por el que pagué el exiguo precio de dos euros. El mercadillo en
cuestión tenía fines solidarios y se nutría de donativos de personas bienintencionadas.
Me gustaría saber quién fue la que decidió desprenderse de este ejemplar que ha
pasado desde entonces a ocupar un lugar de honor en mi biblioteca.
El libro al que me refiero es una reproducción
facsímil de las anotaciones realizadas por la naturalista británica Edith
Holden en sus paseos campestres a lo largo del año 1906, y que fueron publicadas
originalmente con el título de Diario de campo de una dama eduardiana. En
la edición española, dicho título fue cambiado por La felicidad de vivir con
la naturaleza y realmente el libro hace honor a su nombre: hojearlo me
produce una sensación tan placentera que me lleva a meditar una y otra vez, con
una mezcla de gratitud y sorpresa, sobre la identidad del anónimo donante y sus
motivos para desprenderse de una obra tan bella. Quiero creer que, en
compensación, algún libro donado por mí haya podido ser causa de una felicidad
semejante para otro lector agradecido.
En su diario de campo, Edith Holden dio cuenta,
con esmerada letra y bellas ilustraciones, de la evolución de su entorno
natural a lo largo de un año. Dibujó flores, hojas de árboles y animales,
identificados con sus nombres científicos y vulgares; reunió refranes sobre el
clima, dio cuenta de festividades y celebraciones e incluso incluyó citas de
grandes escritores. Es un libro delicioso, que nos hace evocar en cada página
la figura de su autora sentada al aire libre, abrigada o tocada con un
sombrero, con dedos temblorosos por el frío o recibiendo en el rostro la brisa
de la primavera, observando y plasmando con detalle las pequeñas maravillas que
la circundaban. Como suelo hacer con los libros que me gustan de forma
especial, lo he colocado abierto en la estantería, para mostrar su interior. Cada
comienzo de mes cambio la página que dejo a la vista, como un reflejo de la
sucesión de las estaciones, un puente entre el mundo natural y mi biblioteca. Gracias
a él, he aprendido que la curruca anida en mayo y el cuco empieza a cantar en
abril, que la retama negra tiene unas inesperadas flores amarillas y las
musarañas pasan hambre en otoño. Desde que empezó este año (¿es posible que
haga ya quince días?), me acompaña la grácil silueta de varias aves que vuelan
o se posan en ramas de arbustos: ellos son los herrerillos comunes, con una
bonita cubierta celeste en la cabeza, y los carboneros de color pardo. Un
pareado escrito con letra exquisita me previene de que «Enero es el mes más
frío / y también el más sombrío». A su vez, un delicado dibujo de una
margarita me recuerda que hay flores que resisten al invierno.
(Antes de escribir esta entrada, no me había
tomado la molestia de indagar sobre la figura de Edith Holden. Al leer acerca
de su vida, he descubierto el dato sorprendente de que murió de forma prematura,
ahogada en el Támesis. Al parecer, se cayó al agua mientras intentaba alcanzar
unas flores de castaño de unas ramas que pendían sobre el río en Kew Gardens.
La foto que acompaña a su biografía la muestra joven y delicada, con gesto
ensimismado. Es inevitable pensar en ella llevada por las aguas, rodeada por
las flores que tanto amó en vida, como una nueva Ofelia).
Es una belleza, seguro que ella no se desprendió de él... Y estremece como dices que haya tenido que terminar así.
ResponderEliminarUna joya, no me extraña que ocupe un lugar tan importante en tu biblioteca.
En efecto, es un final estremecedor. Sobrecoge el contraste entre la alegre tarea de coger flores y la terrible muerte en el agua. Bienvenida a este espacio, Luz. Gracias por dejar tus impresiones.
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