QUERIDOS BLOGUEROS
Hace
un mes comprobé con disgusto que había cerrado uno de los blogs que yo leía con
asiduidad desde hacía años. Su título es Con
L mayúscula; conocí a su autor, Carlos F. Romero, cuando a comienzos de
2012 me hizo una entrevista para la publicación digital Culturamas con motivo de la condición de finalista del premio
Setenil de mi libro de relatos Los
muertos, los vivos. No es extraño que dicha circunstancia lo hiciera
ponerse en contacto conmigo: Carlos F. Romero ha estado entregado durante mucho
tiempo a la loable tarea de dar difusión a autores al margen de los grandes
circuitos comerciales. Su blog estaba en
esa misma onda.
Con
L mayúscula nació en abril de 2011.
Desde entonces hasta agosto de este año, se fueron publicando en él reseñas de
libros de narrativa poco conocidos, de autores extranjeros con escasa proyección
en nuestro país o de nacionales que intentan abrirse camino fuera de los
grandes grupos editoriales. En todo este tiempo, he sacado de él excelentes
sugerencias de lectura. Recuerdo con especial gratitud el descubrimiento de la
hermosa novela ¡Melisande! ¿Qué son los
sueños?, del autor israelí Hillel Halkin, o de la deliciosa Algún día este dolor te será útil, del
estadounidense Peter Cameron. Asimismo, el entusiasmo con que se mencionaba en
este blog al cuentista Eloy Tizón me hizo buscar su primer e inencontrable
libro de relatos, Velocidad de los
jardines. Conseguirlo fue difícil; leerlo, una revelación. Debo muy buenos
ratos de lectura a la labor entusiasta de este bloguero que, durante cuatro
años y cuatro meses, ha ido reseñando con encomiable constancia libros de los
que, en muchas ocasiones, no es fácil tener noticias por otras vías. Hasta que
el pasado 30 de agosto, una sucinta entrada con el título de Despedida y cierre anunciaba el final de
esa generosa labor de difusión. La causa ―no podía ser otra―, la falta de
tiempo. Yo alguna vez me había preguntado cómo se podía mantener un ritmo de
lectura que sustentara la publicación, en los casos más fructíferos, de nueve
reseñas al mes. Está claro: se puede, pero no de forma indefinida. A partir de
ahora, anuncia nuestro querido bloguero, se dedicará a leer de forma más relajada.
Me alegro mucho por él.
Como
Carlos F. Romero, hay un incontable número de personas que van sembrando la red
de recomendaciones de cine y literatura, de comentarios sobre exposiciones, de catálogos
de fotografías y pinturas escrupulosamente ordenadas por autores, temas o
épocas. Detrás de sus blogs hay horas y horas de trabajo constante y al que con
frecuencia no se le ve recompensa alguna fuera de la propia satisfacción que
cada cual encuentre en él o de la profunda necesidad de comunicarse que, en mi
opinión, subyace al impulso de crear un espacio de ese tipo. Gracias a ellos,
he descubierto a pintores y fotógrafos sobre los que no tenía referencia
alguna, he disfrutado de libros y películas que tal vez no habría llegado a
conocer de otra manera. Son personas con las que probablemente no tendré nunca
relación alguna, pero a las que les debo ratos estupendos. Toda mi
gratitud para estos colegas blogueros. De vez en cuando, uno de sus espacios se
apaga y queda navegando a oscuras por el ciberespacio, como una nave abandonada
por su tripulación. Es una imagen triste e inevitable. Por fortuna, nos queda
el consuelo de todos esos otros artífices de espacios acogedores que le toman
el relevo y siguen al pie del cañón, a pesar de todo, en su hermosa labor de
compartir.
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